Thursday, November 20, 2008

LAS COSAS POR SU NOMBRE

Tratado de Libre Comercio. Suena bien. Pero no es para liberar el comercio, sino para supeditarlo a los intereses de Estados Unidos. Y no es un tratado, sino una imposición arrogante.
Circula en Internet un estupendo sainete de dos cómicos ingleses que explican el tema de la crisis financiera. El uno, en el papel de periodista económico, entrevista al otro, que responde como banquero de inversión. Al cabo de un rato de hilarantes descripciones sobre el funcionamiento del mercado llegan a la revelación final del secreto de las "burbujas": todo está en la confianza que inspiran los nombres.
—¿Dice usted el prestigio de una firma?

—No. Los nombres, los nombres. Que un fondo de inversiones se llame de tal o de cual manera. Si tiene en el nombre la palabra "high" (alto) es mejor que si tiene la palabra "low" (bajo).

—Claro, claro, claro...

Así pasa también, por ejemplo, con el juego de las pirámides, tan de moda entre nosotros últimamente. Una de las que se acaban de hundir, y que se llevó por delante los ahorros de la inverosímil cifra de dos millones de clientes, tenía un nombre estupendo: 'Proyecciones DRFE' (Dinero Rápido, Fácil y en Efectivo). No hubiera atraído a tanta gente si se hubiera llamado Dinero Demorado, Difícil y en Bonos a Largo Plazo del Departamento de Nariño (DDBLPDN). Así pasa también, por poner otro ejemplo, con la llamada Seguridad Democrática. Ni es seguridad, ni es democrática; pero que se llame así inspira confianza. Los fraudes reposan siempre sobre los nombres, que ocultan y disfrazan la realidad de las cosas.

Es el caso del TLC de Colombia con los Estados Unidos que tanto interesa a algunos empresarios avisados, a algunos funcionarios del gobierno que están en el secreto, y a la infinidad de incautos engañados por la sonoridad del nombre. Tratado de Libre Comercio. Suena bien. Pero no es para liberar el comercio recíproco, sino, al contrario, para supeditarlo a los intereses de los Estados Unidos mediante normas dictadas por su gobierno. Y no es un tratado, sino una imposición arrogante de ese gobierno y una abyecta entrega del gobierno y del Congreso de Colombia.

Por eso, y para saber lo que de verdad significa el TLC, no hay que fijarse en cómo se llama sino en quiénes son sus defensores. Tanto los de aquí como los de allá, que en fin de cuentas son del mismo bando: la derecha neoliberal del poder económico. Aquí, además del gobierno y de los funcionarios y políticos cuyo futuro está ligado al de Uribe, un puñado de empresarios exportadores que cuentan con la ventaja comparativa de los salarios baratos y el debilitamiento de las trabas sindicales. Allá, los mismos: el gobierno de Bush y su partido, el republicano, y las grandes corporaciones que lo apoyan y en los cuales se apoyan a su vez ellos. Así, Bush acaba de proponerle al presidente electo Obama un trueque: el respaldo de su gobierno moribundo al plan demócrata de rescate de la industria automotriz a cambio del respaldo del Congreso demócrata de Obama al TLC con Colombia del gobierno de Bush. El Wall Street Journal, periódico republicano, aplaude la idea. En cambio el jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel, la rechaza diciendo que no se deben mezclar las "cosas esenciales", como es el rescate de la industria del automóvil (que no sólo genera cientos de miles de empleos sino que es el símbolo mismo de la prosperidad de los Estados Unidos) con las secundarias, como es un tratado de libre comercio con un país cuyo único producto que tiene peso en las importaciones norteamericanas es también el único que, por ser ilegal, se queda por fuera del tratado: la cocaína.

Pues los demócratas no se oponen al TLC por las razones nobles que alegan: proteger los derechos humanos y sindicales, tan maltratados en Colombia por todos los gobiernos. Ese argumento suena bien, pero no es cierto. Lo que defienden de verdad los demócratas, como es natural, son los intereses de quienes los respaldan a ellos: sus propios votantes y trabajadores sindicalizados, que con el TLC salen perdiendo por dos razones: porque las industrias norteamericanas exportan su empleo a países donde los salarios son más bajos y no hay sindicatos que defiendan a los trabajadores, lo cual genera o aumenta el desempleo allá; y porque la quiebra agrícola de esos mismos países (abrumados por las exportaciones subvencionadas del sector agrícola norteamericano, que no genera empleo) aumenta la importación de trabajadores inmigrantes que abaratan el empleo allá. Dos cosas que, en cambio, les convienen a las grandes corporaciones que apoyan a los republicanos de Bush y se apoyan en ellos, y en nombre de las cuales habla el Wall Street Journal.

Que por eso se llama así.

Monday, November 10, 2008

Salir del hueco

Salir del hueco
Por Antonio Caballero


La inexperiencia de Obama es un soplo de frescura que limpia el aire, lo renueva, lo hace respirable otra vez

¿Y con Obama, qué?

Desde hace varias semanas la victoria de Obama era casi una absoluta certidumbre. Y sin embargo ante la contundencia del hecho cierto queda uno estupefacto. ¿Un negro presidente de los Estados Unidos? ¡Un negro presidente de los Estados Unidos! Y encima un negro con un nombre inverosímil: Barack Hussein Obama. No Washington, ni Jefferson, ni Hamilton: nombres de esclavos de los Padres Fundadores.

Sino un nombre extranjero, exótico, amenazador, o, por lo menos, chistoso: "a funny name", decía él mismo en sus presentaciones de campaña. Parece un invento de guión cinematográfico de política ficción, o más aun, de ciencia ficción. Un marciano presidente de los Estados Unidos. Increíble.

Pero el asombro implica la esperanza: las cosas pueden cambiar. Oh, sin excesos, por supuesto. Hace un mes recordaba en esta columna la obviedad de que, aunque sea un gringo negro, Obama es un negro gringo: el nuevo presidente del mismo imperio. Y un imperio no cambia sus intenciones ni su rumbo de un golpe sólo porque haya cambiado el timonel. Cuando un trasatlántico empieza a virar, la maniobra toma muchas horas y se lleva muchas millas, y deja un largo y hondo surco abierto en el océano. Y mueren muchos peces.

Y sin embargo, y por encima o a pesar de la sana desconfianza y de los peces muertos, queda la esperanza. Por varias razones.

La primera es que hay que ver de dónde vino esto: de los ocho años más catastróficos que haya tenido en el último siglo la historia de los Estados Unidos, tanto para ellos como para el mundo. Bajo el influjo de unos fanáticos cegados por la ideología y la arrogancia, el presidente más inepto que quepa imaginar ha hecho retroceder a ese inmenso y poderoso país doscientos años: a la antevíspera de la Revolución Americana y de la Revolución Francesa. Y eso, en todos los aspectos que se puedan venir a la imaginación o a la memoria. La restauración de la tortura, el uso de las invasiones preventivas, el sometimiento a los intereses plutocráticos, el estancamiento de la educación y de la ciencia en nombre de la religión, y en nombre del patriotismo el control policial de los propios ciudadanos y su reconversión en súbditos. ¿Tal como aquí? Tal como aquí también, y como allá, y como acullá. Los Estados Unidos de George W. Bush han sembrado en el mundo el miedo, y con la justificación del miedo el recorte generalizado de las libertades, tanto entre sus amigos como entre sus adversarios: en Colombia y en Cuba, en Israel y en Corea del Norte, en Irak y en Irán, en Zimbabwe y en Francia. Y las guerras. Y el deterioro del planeta. Y el empobrecimiento de los pobres, y el enriquecimiento de los ricos, con el resultado final de la quiebra generalizada de los pobres y los ricos (salvo de los muy, muy ricos). Bush, y su ultraderecha republicana, religiosa, patriótica, plutocrática y belicista, neoconservadora en política y neoliberal en economía, dejan un mundo peligroso y un país desprestigiado y deshecho. Un hueco negro.

Lo cual le permite a Obama la posibilidad de cortar por lo sano y empezar desde cero: nada puede ser peor que el continuismo representado por el ex prisionero de guerra McCain y su cazadora de osos Palin. Obama, respaldado por un Congreso propicio y por la esperanza de más de la mitad de su país y de prácticamente el mundo entero, tiene la posibilidad de salir de ese hueco negro. De desembarazarse de las dos guerras perdidas en que se embarcó Bush, la de Irak y la de Afganistán. De no iniciar una tercera con Irán, o una cuarta con la Corea de Kim Jong Il. De restablecer relaciones sensatas, y no de odio patológico o ideológico, con el Irán de los ayatolas, la Venezuela de Chávez, la Cuba de Raúl Castro (y de Fidel), la Rusia de Medvédev (y de Putin), la inmensa China inescrutable. De enderezar, en lo interno, la economía y la justicia. De recuperar el prestigio moral de los Estados Unidos, manchado por Guantánamo y las otras cárceles secretas de la CIA, y su capacidad de contribuir al bienestar colectivo de la humanidad anulando el rechazo (a la vez egoísta y suicida) del protocolo de Kyoto sobre el medio ambiente.

La tercera razón por la que Obama encarna la esperanza está en su propia inexperiencia: esa misma inexperiencia de que lo acusaban sus experimentados adversarios, los responsables de la catástrofe. La inexperiencia de Obama es un soplo de frescura que limpia el aire, lo renueva, lo hace respirable otra vez. Tan importante como las medidas prácticas del cambio (y habrá que ver el nuevo gabinete, y habrá que ver las nuevas propuestas legislativas) es la sensación sicológica de que el cambio puede hacerse. Pues la depresión reinante no es sólo económica, sino sicológica.

Así era también la otra, la Grande, la de los años treinta, que heredó Franklin Roosevelt de los republicanos. Su receta para enfrentarla (sumada a cientos de recetas de sensatez práctica) fue sicológica, resumida en una fórmula que Obama cita a menudo: "A lo único que le debemos tener miedo es al miedo mismo". Que los electores norteamericanos no hayan tenido miedo de escogerlo como presidente a él, un negro y un desconocido, muestra que están perdiendo el miedo. Y vuelve -tal vez; ojalá- a darle la razón a la vieja observación de Winston Churchill:

—Siempre se puede confiar en que los norteamericanos terminen haciendo lo debido una vez que han agotado todas las demás posibilidades.

Monday, September 29, 2008

Embajadores

Por Antonio Caballero
Cómo van a ser embajadores esos colombianos que tienen que rebuscar en el mundo la seguridad para sus vidas que no encuentran aquí

Dijo Juanes, el cantautor, que “mucha gente va por el mundo haciendo patria, incluso los inmigrantes que han tenido que dejar el país para ayudar a sus familias. Ellos también son embajadores”.

A los empresarios y gente de negocios que en la fiesta de la revista Portafolio aplaudieron las palabras de Juanes les debieron parecer muy bonitas, muy solidarias, muy chorreantes de buenos sentimientos. Y, al aplaudirlas, debieron sentirse ellos mismos también muy solidarios y muy bonitos, antes de pasar a manteles. Pero las cosas no son así.
Los inmigrantes de que habla Juanes lo son en otros países, cuando los dejan llegar allá, legales o ilegales: y está en el capricho de cada país decidir si los aceptan con generosidad o si los rechazan con egoísmo. Pero vistos desde Colombia son emigrantes. Se van de aquí. De aquí los echan. Aquí sobran. La tan cacareada “confianza inversionista” no da para generar el empleo que necesitan, y menos teniendo la competencia de tanto desplazado interno como genera la tan cacareada “seguridad democrática”: tanto “migrante”, para usar la también bonita y también errada palabra del asesor presidencial José Obdulio Gaviria. Los “inmigrantes” de Juanes, que son cuatro millones, y los “migrantes” de Gaviria, que son otros cuatro, (sumados, la quinta parte de la población colombiana) o sea, los desplazados externos e internos, económicos y políticos, no “van por el mundo haciendo patria”. Van por el mundo porque los expulsaron de su patria los que se están quedando con ella, “refundándola”, como dicen en sus pactos de sangre. Para venderla luego, y sacar fuera las ganancias. Los emigrantes colombianos salen huyendo de su patria, para que esa mala patria no los mate o no los deje morir de hambre.

Y no son, por supuesto, embajadores. Son fugitivos del desastre, supervivientes del naufragio. Embajadores: qué bien suena, qué bonito, y sin duda, qué eficaz en términos prácticos: “Recíbanme ustedes aquí en España, o en los Estados Unidos o en el Ecuador, porque aunque parezca un refugiado en realidad soy un embajador”. Cómo van a ser embajadores esos colombianos que tienen que rebuscar en el mundo la seguridad para sus vidas que no encuentran aquí, el sustento para sus familias que no encuentran aquí, en este país de la tan cacareada “cohesión social”. Los embajadores de verdad son otros.

Los embajadores, con título y con sueldo y con gastos de representación, son, por ejemplo, este señor Salvador Arana, embajador en Santiago de Chile y hoy preso por asesinato de campesinos y organización de bandas paramilitares cuando era gobernador de Sucre; y este señor Jorge Noguera, cónsul en Milán, hoy investigado por asesinato de sindicalistas y protector de esas mismas bandas narcoparamilitares cuando era director del DAS; y este señor Luis Camilo Osorio, embajador en México, hoy acusado de encubridor de narcoparamilitares cuando era Fiscal General de la Nación; y este señor Juan José Chaux, embajador en Santo Domingo, acusado de alianzas con los narcoparamilitares cuando era gobernador del Cauca; y este señor Sabas Pretelt, embajador en Roma, acusado de cohecho para permitir la reelección presidencial cuando era ministro del Interior y de Justicia (los narcoparamilitares lo despidieron llorando). Los embajadores verdaderos son esos. Y otros más, sus semejantes, que lejos de tener que “ayudar a sus familias”, como dice Juanes, son ayudados por ellas a obtener sus cargos y sus sueldos diplomáticos: parientes de políticos, sus hijos y sobrinos, o políticos profesionales ellos mismos: como el ex presidente Andrés Pastrana, que aceptó un fugaz puesto de embajador en Washington; o como el ex presidente Ernesto Samper, que también aceptó, pero por razones ajenas a su voluntad no llegó a sacarle jugo, un puesto de embajador en París.

Esos son los embajadores. No es ningún honor, en los tiempos que corren, ser embajador de Colombia ante el mundo de esta tan cacareada “patria”. Los emigrantes que han tenido que irse expulsados, y que por cuenta de esa clase de gente que los echó son recibidos con desconfianza en el extranjero no merecen que, por añadidura, venga un cantante a insultarlos llamándolos también a ellos “embajadores” y diciendo que están “haciendo patria”.

Monday, August 11, 2008

OPINION DEL DUEÑO DEL BLOG

Hola el 7 de agosto son 6 años en el poder de AUV, los resultados en materia de orden publico, son amplios pero en el tema social sigue el pais sumido en una total pobreza.

Cuestión de estilo

Y en cuanto a las mentiras, bueeeno... Este gobierno comenzó a decir mentiras incluso antes de que Álvaro Uribe fuera elegido presidente por primera vez

Por Antonio Caballero
Fecha: 08/09/2008 -1371
A propósito del creciente enredo en torno a la Operación 'Jaque' del Ejército que hace un mes rescató a 15 secuestrados de la guerrilla dice una y otra vez el general Fredy Padilla: "Un soldado debe decir la verdad por encima de todo".Bueno. Pero al único soldado que sobre ese asunto ha empezado a decir la verdad, que es el que le dio al canal de televisión RCN el video de la operación, lo llaman sus superiores "desleal" y "traidor a la patria".Subrayo lo de "empezado a decir" porque tampoco el video dice la verdad completa. Simplemente revela que nos habían dicho mentiras. Y dice al respecto el presidente Álvaro Uribe: "Los errores se pueden perdonar, pero la mentira no se puede perdonar".

Bueno. Pero ¿perdonar a quién? Porque si bien no sabemos todavía cuántas mentiras se han dicho, ni exactamente cuáles, sí sabemos quien las dijo. Toda la alta cúpula militar, aparaguada por el propio Presidente. E incitada por él, tal como lo vimos en su "reality show" de presentación en directo de los secuestrados la noche de su liberación. Allí, micrófono en mano, Uribe obligó reiteradamente al general Montoya y al ministro Santos a que aseguraran que en la operación militar no se habían usado ilegítimamente emblemas humanitarios, lo cual habría sido una violación de la ley internacional. Pero dos días después, cuando la cadena de televisión norteamericana CNN reveló que le habían ofrecido en venta imágenes que mostraban que sí se habían usado, el Presidente volvió a salir en pantalla para aceptar el hecho, pero achacándolo al susto de última hora de un subalterno. Pero se transmitió entonces el video completo (o menos incompleto) vendido, o filtrado, o dado en premio a RCN, y en él se pudo ver que los hombres de la misión de rescate llevaban puestos desde antes de iniciarla los emblemas de la Cruz Roja Internacional, así como los logotipos de otras organizaciones civiles: un canal de televisión venezolano, otro ecuatoriano y una ONG española. Y entonces el Presidente anunció que ya no habría más excusas ni perdones, sino castigos ejemplares. Porque, dijo, "hay cosas que no se pueden hacer, y hay cosas que no se pueden decir".
Bueno. Pero ¿castigar a quién? No es posible que sancionen solamente al oficial que, según sus jefes, "juró sobre sus hijos" que se había puesto por error las insignias de la Cruz Roja. No sólo porque a estas alturas no quedan muchos motivos para creer que dijo lo que sus jefes dicen que dijo, sino porque todos vimos en el video esas insignias filmadas en presencia (y tal vez por orden) de esos jefes. De manera que habría que castigarlos, tal vez destituirlos, a todos, en una especie de moñona ascendente, del capitán todavía innominado al general Rey, al general Montoya, al general Padilla, al ministro Santos. Un gambito en escalera que necesariamente debería terminar en un jaque al presidente Uribe.
Porque, como dicen ellos mismos en sus comunicados, la cosa es grave. "Es grave que integrantes de las Fuerzas Armadas filtren noticias de manera clandestina y sin coordinación con sus superiores. Es grave que en las primeras investigaciones sobre la Operación no haya salido a relucir toda la verdad", dicen. Y tienen razón. Pero lo más grave es que todas esas cosas que ellos califican de graves son habituales en este gobierno. Son su estilo.
En cuanto a las filtraciones, el Presidente mismo se ha hecho grabar sus conversaciones telefónicas privadas para después filtrarlas. Y tan normales y tan de poca monta le parecen, que su primera reacción ante la filtración del video consistió en creer que su ministro Santos se lo había cedido a RCN, como hace un tiempo le cedió a SEMANA la noticia de la muerte de 'Tirofijo'. Y en cuanto a las mentiras, bueeeeno... Este gobierno comenzó a decir mentiras incluso desde antes de que Álvaro Uribe fuera elegido presidente por primera vez, cuando su futuro jefe del DAS Jorge Noguera le organizaba auto atentados para hacerlo subir en las encuestas. Luego vinieron, y siguen viniendo, las calumnias contra los altos jueces y contra los jefes de la oposición, los "falsos positivos" (muchos de ellos filmados en directo), los falsos atentados (y el cobro de recompensas por falsos atentados denunciados). Este gobierno miente sobre las cuentas del Dane (y cambia su director). Miente sobre las cifras de la droga (y despide a los organismos internacionales encargados de medirlas). Miente sobre los derechos humanos (y expulsa al veedor de las Naciones Unidas). Miente sobre las fumigaciones y sobre los bombardeos, sobre las capturas de guerrilleros en Caracas y en Quito, sobre las liberaciones de guerrilleros, sobre las negociaciones con los paramilitares, sobre las extradiciones, sobre los sobornos a los políticos para comprar la reelección del Presidente. Miente sobre la segunda reelección del Presidente. Miente hasta sobre la presunta acidez de las tierras agrícolas de Carimagua.
Por eso no tiene nada de raro que ahora castigue al único de todos que ha empezado a decir la verdad: el soldado que le dio a RCN el video de la Operación 'Jaque'. Y lo castigará aunque lo haya hecho dentro del estilo que ha impuesto este gobierno: por plata.
(A última hora anuncia Juan Manuel Santos que se frustró un atentado contra el canal de televisión RCN).

Sunday, July 20, 2008

EL CONSUMISMO

El consumo
Sin ir más lejos, todas las chucherías conmemorativas de la visita del Papa, las camisetas y los discos, los rosarios y los platos, eran ‘made in china’
Por Antonio Caballero
Fecha: 07/19/2008 -1368
Descansemos de Uribe, que no descansa. Voy a hablar de otro que tampoco descansa: el Papa Benedicto XVI. Qué maldición la de estos personajes hiperkinéticos que no descansan ni dejan descansar. Las madres de los niños con el síndrome de Tdah saben lo duro que es eso: muchachitos que tienen rabietas, arman peleas, no tienen amigos, rompen cosas, no terminan las tareas, lo desordenan todo. Es como vivir con Uribe o con el Papa Ratzinger: hay que sedarlos con una mezcla de adulación y goticas homeopáticas. No paran. ¿Y a qué horas piensan? No piensan. Trastorno por Déficit de Atención causado por la Hiperactividad, se llama lo suyo. Qué fatiga.

Bueno. El caso es que Benedicto XVI, el Papa Ratzinger, anda ahora por Sydney, Australia, con motivo de la celebración del XXIII Día Mundial de la Juventud, un festival al cual acudieron cien mil jóvenes católicos y algunos cientos de curas para tener el privilegio de ver al Sumo Pontífice en el punto más remoto del globo terráqueo.

Habló Su Santidad, y fustigó severamente el inmoral "consumismo insaciable" del mundo actual. Sus oyentes, que venían de darse el insensato lujo consumista de recorrer en avión toda la redondez de la tierra para ver a un Papa que vive normalmente en las antípodas, lo aplaudieron a rabiar. Y a continuación se precipitaron a hacer colas para comprar los productos conmemorativos del XXIII Día Mundial de la Juventud. El disco oficial del evento, la camiseta oficial con el nombre del Papa, los platos de porcelana con su efigie, etcétera.

¿Qué harán después con ellos? se pregunta uno, recordando que también se hicieron en su momento vajillas enteras conmemorativas de lo de Lady Di. ¿Los cargarán de vuelta a sus países como exceso de equipaje? ¿Los tirarán a la bahía de Sydney? Pero precisamente en eso consiste el consumismo insaciable que Su Santidad fustiga: se trata de comprar cosas inútiles que luego hay que tirar a la basura para abrir campo para más cosas inútiles.

Aunque, claro: para consumistas, los Papas. Este viaje a Australia, sin ir mas lejos, con su avión especial para sobrevolar los océanos y su yate de lujo para cruzar la bahía y todas las zarandajas del caso, debió salirle a la invitante diócesis de Sydney por un ojo de la cara. Baste recordar que los tres días de vacaciones que el verano pasado pasó Benedicto XVI en los Montes Dolomitas, a un tiro de piedra de sus palacios del Vaticano, les costaron a sus anfitriones, las autoridades de la región del Véneto, la bicoca de 345 millones de euros. Un Papa es caro, y éste, más. En los tres días de que hablo, solamente en arreglos florales se fueron 13.000 euros, y más de 50.000 en la repavimentación de las calles por donde debía pasar el "papamóvil" en que viaja. Y hay que ver las tiaras. Las casullas bordadas. Los báculos de oro. Las sandalias de piel de cabritillo nonato de las estribaciones del Himalaya que, según es fama, manda teñir de rojo en la famosa casa de modas romana de Prada.

Ahora: el tema no es moral, sino económico. La austeridad será sin duda muy virtuosa, pero no mueve molino. Y de lo que se trata es de que el molino se mueva: el de la producción, empujado por el río del consumo. Si Roma es Roma, se lo debe en gran parte al despilfarro ostentoso de cien Papas: a sus repavimentaciones de mármol, a sus adornos florales, a sus casullas recamadas de joyas, a sus platos de cerámica con su efigie que compran los turistas. Sin ir más lejos, todas las chucherías conmemorativas que se vendían en Sydney, las camisetas y los discos, los rosarios y los platos, eran, según informa la prensa internacional, "made in China". Y es gracias a este tipo de cosas que la China ha llegado a ser la segunda potencia económica del mundo.

Se pronunció el Papa Benedicto no sólo contra el consumo desaforado en general, sino contra el de drogas, en particular. Y tampoco en ese punto le hicieron sus oyentes el menor caso. Los festivales de la juventud, católicos o no, con Papa o con grupo de rock, y hasta los que hacía en Cuba Fidel Castro, suelen terminar convertidos en paraísos artificiales. Así que en vez de tanto fumigar, erradicar, extraditar, ir, venir, brincar, pelear y perorar, el presidente Uribe debería reflexionar sobre esa ley de hierro de la economía: el consumo genera la producción. La demanda crea la oferta.

Pero, como dije al principio, los afectados por el síndrome del trastorno por déficit de atención causado por la hiperactividad, Tdah, no tienen tiempo para reflexionar.
Echa uno a volar la imaginación hasta el otro lado del planeta, y todo lo trae de vuelta a Uribe. Qué fatiga.

Sunday, July 13, 2008

LA FARSA COLOMBIANA

Noticia de un milagro
Pero el problema de fondo, por el cual existen tanto los secuestros como los rescates, sigue intacto
Por Antonio CaballeroFecha: 07/12/2008 -1367
El rescate fue de película, tal como lo dijo el ministro de Defensa Juan Manuel Santos. Rápido y limpio, con los quince secuestrados incólumes y dos de sus ocho mil secuestradores capturados sin disparar un tiro. Uno de los liberados lo resumió: "un milagro". Y el presidente Álvaro Uribe lo atribuyó a "la luz del Espíritu Santo y la protección de Nuestro Señor y de la Virgen en todas sus expresiones".
Tal vez sea esta la primera vez en la historia en que un rescate militar sale bien. No sólo en Colombia, sino en el mundo. Todos los emprendidos en el último medio siglo, fallidos o exitosos, se caracterizan por haber sido acompañados por un baño de sangre. Los dos del ejército ruso, el de la escuela de Chechenia y el del teatro de Moscú; el de la guardia nacional norteamericana en el rancho davidiano de Waco, Texas; el de los sinchis antiterroristas peruanos en la embajada del Japón en Lima; el de las tropas especiales indias en el Templo Dorado de Amritsar; el de la policía alemana en el estadio de Munich. Incluso el muy publicitado rescate de rehenes de los comandos israelíes en Entebbe, Uganda, dejó un reguero de cincuenta muertos. Por regla general, los rescates militares se ajustan al modelo extremo del asalto al Palacio de Justicia de Bogotá, del cual, veinticinco años después, todavía seguimos desenterrando cadáveres: "Un ejemplo para el mundo", lo llamó entonces el Comandante en Jefe del Ejército colombiano, general Rafael Samudio. El rescate de hace ocho días en el Guaviare, sin un rasguño, es la única excepción. Un milagro.
Felicitaciones para todos. Para los tripulantes del helicóptero que lo ejecutaron, para los generales que lo dirigieron y lo planearon, para el ministro que lo avaló. Y sobre todo para los secuestrados rescatados: quince personas vivas y libres. Y hasta para los guerrilleros que quedaron en tierra y no fueron ametrallados, y para sus dos jefes que salieron del trance sin más daño que un pistero en el ojo.

Felicitaciones. Pero que no nos digan que fue un rescate militar. Fue, y por eso salió bien, una farsa teatral: una película (que muy pronto veremos repetida de verdad en el cine, con actores profesionales: Angelina Jolie en el papel de Íngrid Betancourt, y Woody Allen en el de Juan Manuel Santos). Una obra de teatro en la cual los soldados, sin armas y disfrazados de voluntarios de una ONG humanitaria, engañaron a los guerrilleros de las Farc para que les entregaran sus rehenes sin recibir nada a cambio. ¿Así de brutos son? Le preguntó el periodista Yamid Amat al ministro de Defensa. Y Santos respondió:
—No, lo que pasa es que el plan era tan audaz que el guerrillero más experimentado e inteligente no hubiera creído posible ni siquiera que se intentara.
Porque, en efecto, es increíble. Increíble en todas sus versiones, incluida la traducida por Íngrid Betancourt para uso de los franceses: "merci la France". Es un cuento tan increíble como aquel del valiente policía que hace veinte años se enfrentó en calzoncillos a los secuestradores de Andrés Pastrana y los persuadió de que cambiaran a su valioso secuestrado por él. Así lo hicieron, y gracias a ese canje (milagroso también: recuerdo que hubo un Te Deum de acción de gracias) Pastrana llegó a la alcaldía y luego a la presidencia. Del valiente policía en calzoncillos no se volvió a saber nada. Más verosímil suena la tesis del periodista suizo según la cual se les pagó a las Farc por el teatral recate. Sería lo lógico. El presidente Uribe lleva meses ofreciendo públicamente recompensas y beneficios jurídicos para los guerrilleros que entreguen secuestrados, y el ministro Santos reconoce que ese tipo de "colaboración" existe cuando dice: "Lo que usted llama 'colaboración' es penetración: es decir, convencer a guerrilleros de ayudarnos a cambio, la mayoría de las veces, de beneficios. En este caso no fue por recompensas, sino por venganza". Resulta extraño que un gobierno que ha hecho de la delación pagada uno de los puntales principales de su política antisubversiva, hasta el punto de recibir en prenda manos humanas cercenadas, prefiera atribuir este rescate de espectáculo a la intervención divina que al dinero.
Los guerrilleros capturados, por su parte, que podrían contar de quién querían vengarse, o quién quería vengarse de ellos, o si fueron comprados o de verdad embaucados o a lo mejor persuadidos con la promesa de una notaría, no dirán nada: van a ser extraditados y juzgados en los Estados Unidos por terrorismo y secuestro; y como la ley prohíbe a los Estados Unidos negociar con terroristas (aunque lo hayan hecho cien veces), en el juicio no se hablará de dinero. Y tal vez terminen, como los narcos, recibiendo estatus de testigos protegidos. En cuanto a los rescatados, ya el embajador norteamericano anunció por televisión, generoso, que también ellos recibirán la codiciada visa USA: "¡Ya han pagado su pasaje!", dijo el embajador.
Pero el problema de fondo por el cual existen tanto los secuestros como los rescates de secuestrados sigue intacto. La liberación de quince entre varios cientos es, claro, motivo de regocijo, por ellos y por sus familias; y es también, sin duda, un tremendo golpe a la moral de las resquebrajadas Farc. Pero no altera para nada las raíces del conflicto. Porque es un milagro. O sea, una simple anécdota.

Monday, June 23, 2008

Gaviria otra vez

Gaviria ha dado en la flor de pensar que la manera de oponerse al principio antidemocrático de la reelección (ajena) es la reelección (propia)
Por Antonio Caballero
Fecha: 06/21/2008 -1364
No es serio esto de Lucho Garzón proponiendo una alianza electoral, electorera, del Polo Democrático Alternativo con los liberales de César Gaviria, que ni siquiera son liberales: son neo-liberales económicos. ¿Se puede llegar al poder a punta de hacer chistes? Sí: así llegaron Ernesto Samper y Andrés Pastrana. Y ya sabemos que Lucho Garzón no es serio.
Pero este país, para no seguir hundiéndose en la desesperanza, necesita una izquierda seria. No la enmontada y militarizada de la guerrilla, corrompida y violenta; ni la oportunista que ahora representa Garzón, que cambia de chaqueta -o el buzo por la corbata- a cambio de un plato de lentejas. Y, dentro de la ignorancia generalizada, agravada por la desinformación y contrainformación que fomentan casi toda la prensa escrita, casi toda la radio y la totalidad de la televisión, mucha gente en Colombia sigue pensando que Lucho Garzón es la izquierda.
Viene de allá, en efecto: del Partido Comunista (del cual conserva muchos resabios de carácter). Y lo eligió alcalde de Bogotá la izquierda: el Polo, del cual fue uno de los fundadores. Pero ahora podría repetir el chiste famoso de Enrique de Navarra cuando cambió de religión para poder ser rey de Francia: "París bien vale una misa". Aunque ¿París? Bueno, sí: tal vez una embajada.
Dice Lucho Garzón, a modo de reproche, que con la gente seria del Polo no se puede "hacer política" porque está dedicada "a cuidar la casa". Es que es gente seria, justamente.
o se puede hacer política -sino sólo politiquería electorera- sin tener la casa en orden. Y el Polo no se creó -o por lo menos eso creímos muchos- para ayudar a ganar elecciones a los liberales. Otra vez. Como tantas. Sino para ordenar la casa de la izquierda y permitirle convertirse por fin en una fuerza capaz de llegar por sí misma al poder para hacer cambios, y no para hacer alianzas.
Y, encima, con César Gaviria (que a su vez quiere ampliar la alianza hacia "personalidades del uribismo"). César Gaviria: el presidente de la apertura económica neoliberal, el de la destrucción del agro (con sus secuelas de agravación de la violencia), el del sometimiento de la justicia a Pablo Escobar en la solemne ceremonia de La Catedral, el del exterminio de la Unión Patriótica cuando era ministro de Gobierno de Barco, el del bombardeo de la Casa Verde de las Farc en tregua, el iniciador de las privatizaciones. César Gaviria: el precursor y anunciador de Álvaro Uribe. Porque no veo yo diferencia ninguna entre las ideas del ex presidente y las del actual presidente, ni en su expresión práctica política, económica y social. Ni siquiera en sus estilos respectivos de comportamiento, ahora que Gaviria ha dado en la flor de pensar que la manera de oponerse al principio antidemocrático de la reelección (ajena) es la reelección (propia).
César Gaviria, en fin: el que carga a las espaldas el cajón de muerto del partido liberal, lleno de gusanos del tamaño de víboras. Ese cajón del cual salió también Álvaro Uribe, modelo de neoliberales, de "lentejos", de liberales "volteados", como se decía cuando todavía había liberales en Colombia.

Cuando el Polo le dio la más alta votación que haya tenido jamás la izquierda colombiana en unas elecciones presidenciales dijo el otro Gaviria, Carlos, el candidato: "No nos vamos a dejar cooptar".
POST DATA: Algunos lectores de mi artículo sobre Escobar y Marulanda me recuerdan que quien más daño le ha hecho a la sociedad colombiana en el último medio siglo han sido los paras. Con sus nombres y apellidos completos: los narcoparapolimilitares. A sus centenares de millares de víctimas entre muertos y desplazados, hay que sumar su capacidad corruptora de las instituciones, no igualada ni por el propio Escobar: se adueñaron de por lo menos un tercio del poder legislativo, y no sabemos de cuánta parte del judicial, ni qué tan alto llegaron en el ejecutivo, del DAS y el Inpec para arriba, ni hasta dónde se infiltraron en la Policía y el Ejército. Porque, a diferencia de la guerrilla y del narcotráfico "limpio", si así puede llamarse, el narcoparapolimilitarismo no se levantó en armas contra el Estado, sino a su favor: para complementarlo, y con su respaldo militar y político. Así lo indican los prefijos "para" de su nombre, semejantes a la preposición "de" de las mujeres casadas: para-militares (con quienes los militares colaboran para ganar la guerra); y para-políticos (con quienes colaboran los políticos, para "refundar la patria").Tal como el narcotráfico y la guerrilla, el narcoparapolimilitarismo sigue actuando.

Tuesday, May 20, 2008

El sastrecillo valiente

El sastrecillo valiente

Los resultados de la extradición serán contraproducentes desde el punto de vista de la justicia, de la verdad y de la reparación.
Por Antonio Caballero
Fecha: 05/17/2008 -1359
Intempestivamente, según su particular estilo, el presidente Álvaro Uribe decidió extraditar de una sola tacada a catorce narcoparamilitares de entre los más notorios, de 'don Berna' a Mancuso, sin contar a 'Macaco', que había sido enviado ocho días antes "a una celda en los Estados Unidos", para decirlo con la vieja frase de Pablo Escobar. Lo hizo sacando pecho, según su estilo.
Como aquel aprendiz de sastre del cuento infantil que, exasperado por la moscarria del calor, aplastó siete moscas de un solo palmetazo y colgó sobre su puerta un letrero jactancioso:
-Maté siete de un golpe.

Y los vecinos del pueblo, creyendo que hablaba de siete de los ogros gigantes que asolaban la región, lo nombraron solemnemente su protector y lo casaron con la hija del rey. Y colorín colorado.
No quiero decir con esto que los narcoparas extraditados fueran simples moscas inofensivas. Eran gente peligrosa, responsable no sólo del delito de tráfico de drogas, que es el único por el cual van a ser juzgados por los tribunales norteamericanos, sino de crímenes mucho más graves, cometidos no contra el ordenamiento fiscal de los Estados Unidos sino contra las leyes penales de Colombia: miles de asesinatos, seguidos del despojo de las tierras de cientos de miles de personas. Eran gente peligrosa, pero no por eso tiene el presidente Uribe razones para enorgullecerse de haberlos extraditado. Ni por los motivos que, según explicó, lo movieron a hacerlo. Ni por los resultados que va a tener su extradición.
Los motivos. Explicó Uribe que, en violación de los compromisos exigidos para ser amparados por la generosidad de la Ley de Justicia y Paz, los narcoparas presos seguían delinquiendo desde la cárcel: matando gente y traficando con droga. Tal vez Uribe no, pero los demás colombianos sabíamos eso desde hace muchos meses.
Explicó también que no había en ellos la menor intención de dar reparación económica a sus víctimas. También lo sabíamos; y, a juzgar por el modo en que Estupefacientes ha malmanejado los bienes de narcos sometidos a extinción de dominio, no era cosa que preocupara demasiado al gobierno. Y explicó finalmente que no colaboraban eficazmente con la justicia. Ahí cabe la duda: estaban, por el contrario, empezando a colaborar con la justicia en un aspecto fundamental, que era el de la denuncia de sus cómplices en el mundo de la política. Y cabe en consecuencia la sospecha de que precisamente esa colaboración, que tiene presos o investigados a varias docenas de políticos de los partidos uribistas, fue la causa de la intempestiva decisión presidencial de extraditar a las dos docenas de narcoparas. Extraditados, ya no seguirán hablando: ni tienen incentivos para hacerlo, pues ya no los cobija la Ley de Justicia y Paz que se los daba; ni tienen quien les haga las preguntas pertinentes, pues a los fiscales norteamericanos no les interesan, como dije, sino los delitos de narcotráfico. Los resultados de la extradición, pues, serán contraproducentes desde el punto de vista de la justicia, de la verdad y de la reparación . Y de pasada, si de mostrar firmeza se trataba, lo que ilustra el envío de criminales colombianos a tribunales extranjeros es precisamente que la 'seguridad democrática' no sirve ni siquiera para garantizar el control por parte del Estado colombiano de sus propias cárceles.
Pues si los narcoparas seguían manejando sus organizaciones delictivas desde las cárceles de alta seguridad de Cómbita o de Itagüí, o inclusive desde las corbetas de la Armada en mar abierto, lo que eso significa es que tales organizaciones delictivas seguían intactas. Algunas ni siquiera habían cambiado de nombre, como la célebre 'oficina de cobros' de Envigado. Otras se habían limitado a sustituir el pomposo sustantivo de 'Héroes' por el más amenazador de 'águilas' para que todo siguiera igual, mientras por su parte el Comisionado de Paz y el propio Presidente se contentaban con llamarlas eufemísticamente "grupos delincuenciales emergentes" para pretender que todo había cambiado.
Porque en esta historia no hay el final feliz del colorín colorado de los cuentos de hadas. Las organizaciones armadas del paramilitarismo no desaparecen por arte de birlibirloque porque tampoco aparecieron así: surgieron como instrumentos del control latifundista de la tierra, y poco importa cuál sea el nombre de sus jefes sucesivos mientras ese control persista intacto. Así lo mostró de sobra la saga de los sucesivos hermanos Castaño. Y con el narcotráfico sucede lo mismo: sus cabecillas desaparecen, mueren o son extraditados, y otros los sustituyen, idénticos a ellos. Se trata de un negocio, en el que poco importa el nombre de los gerentes que lo vayan manejando.

Thursday, April 24, 2008

La silla vacía


El alambique mágico de las urnas a donde son llevados los votantes, arreados por la amenaza o comprados por unos pesos, transmuta en legitimidad la podredumbre.
Por Antonio Caballero
Fecha: 04/19/2008 -1355
Confieso que no he entendido en qué consiste la llamada -una vez más- "reforma política". Eso de la silla medio vacía o medio llena, del umbral, del dintel, del vano de la ventana. He leído a políticos y a politólogos, y no entiendo. Lo más parecido a una explicación que he visto hasta ahora es un dibujo del humorista 'Matador' que se titula 'La silla vacía' y muestra a un acrobático padre de la patria parado en un solo dedo sobre el filo de su curul parlamentaria, y sonriendo. Pero ni siquiera esa brillante caricatura es una explicación. Es sólo una ilustración de lo que pasa.
Estudiémosla con detenimiento. (El Tiempo, jueves 17 de abril, página 1-19).
"Para-político", dice en el dibujo un texto con flechita, que señala a un político profesional -su corbata lo delata- haciendo maromas: se sostiene verticalmente en el aire sobre el dedo índice de la mano derecha, balancea muy arriba sus bien calzados pies, y agita el estirado brazo izquierdo, como si saludara. ¿Para-político? Sí. Pero tanto 'Matador' como sus lectores sabemos pertinentemente que al menos la mitad de los políticos del Congreso (más docenas de gobernadores, alcaldes, directores de institutos, embajadores, etc.) son para-políticos. "Parauribistas", para usar el término que acuñó el senador del Polo Jorge Enrique Robledo. Obsérvese, si no, ese dedo poderoso sobre el cual se apoya con todo su peso el monigote contorsionista de 'Matador': es un dedo tan fuerte, tan estirado, tan derecho, tan duro, tan inflexible, tan vertical como el férreo dedo índice de la dura mano derecha del propio presidente Álvaro Uribe. Un dedo que no sólo no se dobla ni un milímetro hacia atrás (mírenlo ustedes en la foto en que el Presidente advierte, señala, regaña, amenaza), sino que tampoco se dobla hacia adelante: más rígido y más sólido en su rigidez que las cuatro patas de la curul del dibujo. Pues conviene no olvidar que los votos para-políticos que llevaron al Congreso o a las suplencias del Congreso a todos los políticos que ahora están cayendo presos son exactamente los mismos votos que llevaron a sus respectivos cargos al presidente Álvaro Uribe y a su vicepresidente Francisco Santos. Y conviene no olvidar que ellos lo sabían. Santos no dudó nunca en vaticinar que los enredados iban a ser varias docenas. Y Uribe, sin vacilar, se apresuró a pedirles precautelativamente que votaran los proyectos del gobierno mientras no estuvieran en la cárcel.

Ese es el dedo, pues. Y ya vimos la sonrisa feliz del para-político equilibrista: sonríe con abandono, con los ojos cerrados, feliz como un pájaro que canta. Recuerda al senador Luis Humberto Builes, del partido uribista Cambio Radical, que exclamó gozoso mientras se lo llevaban preso: "¡Estoy feliz! ¡Me voy de vacaciones!"
.¿Y cuáles son las cuatro patas que sostienen la curul?
Son la violencia y el miedo, el dinero y la corrupción. De ahí vienen los votos. El alambique mágico de las urnas electorales a donde son llevados los votantes, arreados por la amenaza o comprados por unos pesos, transmuta en legitimidad la podredumbre. Sobre esas cuatro patas reposa todo el sistema. Y eso viene de atrás: de mucho antes de la aparición del imperioso dedo índice del presidente Uribe, de mucho antes de los escándalos del 'proceso Ocho Mil' sobre la financiación mafiosa de la campaña presidencial de Ernesto Samper. Esas cuatro patas son las que habría que suprimir: el problema está en la base.
Entre tanto -es decir: por mucho tiempo- la conclusión provisional es la que saca doña Dora Acevedo, una señora del servicio de aseos del Congreso citada por SEMANA: -Hacía rato que no me tocaba desinfectar unos baños tan sucios.

Tuesday, March 18, 2008

Se les fue la mano

Se les fue la mano

Por Pascual Gaviria Uribe
Parece que las Farc nos han contagiado algunos modales dignos de sus campamentos de barbarie y han traído su estado de naturaleza hasta la puerta de nuestro estado de derecho. Las minúsculas son merecidas. Una pequeña purga guerrillera de medianoche ha puesto en evidencia que nuestro Gobierno puede actuar según los métodos de un clan sórdido y amenazado. La galería ha celebrado la decisión de pagar al mercenario de turno: simple prestación de servicios, dicen las almas prácticas. Y los funcionarios se han dedicado, con imaginación y sin pudor, a inventar un régimen de excepción para el verdugo de verdugos.
El vicepresidente dijo que el pago era lícito porque generaba presión sobre las Farc y nos conducía al escenario de su posible fin. Y trajo el recuerdo de Pablo Escobar para construir una analogía infantil con dos cabezas sobre la balanza. Intentando borrar los escrúpulos con el miedo. La presidenta del Congreso quiere que la plata se entregue pronto, antes de que los posibles traidores no se desanimen. Y el fiscal, siguiendo la lógica de las bondades del homicidio según sobre quién se practique, dijo que no investigará al verdugo de Iván Ríos y justificó su decisión con un razonamiento que he oído en algunas galleras, sobre todo en las más peligrosas: en vista de que para las Farc la vida no vale nada, el homicidio en sus cambuches resulta ser una conducta inocua. Un simple juego de locos. Luego se dio cuenta de que sus argumentos jurídicos estaban a la altura de un sargento e intentó corregir su caso poniendo a alias Rojas dentro de las causales de justificación. Pero es muy difícil que el miedo insuperable que alega el fiscal para su "defendido" pueda conjugarse con la sangre fría. Rojas actuó más como un hombre ambicioso que como un hombre desesperado. Y el fiscal actúa como un simple compinche del Gobierno, intentando evitar una extravagancia en la que el Ejecutivo impone una medalla en el bolsillo de un asesino mientras los jueces imponen una condena.
La entretenida discusión sobre el botín y los detalles macabros del trabajo de los dactiloscopistas ha relegado los verdaderos dilemas a la jerga de los abogados. Convirtiendo las obligaciones obvias de todo estado en un tema de leguleyos aguafiestas a quienes les da por mirar un código cuando se trata de cantar victoria. Sin embargo es bueno recordar que esa lógica del buen muerto fue la semilla del paramilitarismo y la justicia privada. Yair Klein, quien será extraditado desde Rusia en unos días, debe estar pensando en las nuevas oportunidades de trabajo en el país. Colombia no necesita imponer la pena de muerte sino abolirla, según una vieja fórmula que ha llegado hasta el graffiti. Incluso, para que lo recuerde Pacho Santos, la Corte Suprema prohibió en su momento las propagandas que ponían precio a la cabeza de los narcos y terminaban con un sonoro vivo o muerto. Lo que hace el Gobierno al pagar la recompensa es premiar a un guerrillero por actuar como paramilitar. Hasta los gringos desaprueban a los mercenarios en su nuevo viejo oeste de Afganistán. En el 2004 fueron arrestados tres caza-recompensas norteamericanos que intentaban con sus propias cuerdas, colgando de los pies a sus "prisioneros" en una casa cárcel privada, encontrar información que los llevara hasta el millonario turbante de Osama.
Mientras tanto en Colombia hemos terminado convencidos de que sólo el premio a la osadía de algunos verdugos nos traerá la salvación. No queda más que comulgar con la sentencia amarga de H. L. Mencken: "Todo hombre decente se avergüenza del gobierno que lo rige". Advirtiendo que los aforismos de un cínico están siempre más cercanos a la burla que a la indignación

Monday, March 17, 2008

La sordidez


La sordidez
Las autoridades han conseguido corromper a los colombianos hasta el tuétano al convencerlos de que todo se compra, todo se paga, todo se vende.

Dice 'Rojas', el delator, el colaborador de las autoridades, el infiltrado, el traidor, el buen ciudadano, como quieran llamar al guerrillero que mató a su jefe 'Iván Ríos' y quiere cobrar la recompensa de cinco mil millones de pesos que ofrecía el gobierno:
-Pues a ver: si se habla, se cumple. No más.No hay más que hablar, en efecto. Se paga. Porque ahora a 'Rojas' le quieren escamotear el premio prometido con el pretexto leguleyo de que no estaba contemplada la posibilidad de cobrarlo por un cadáver (o dos), sino sólo por la información que condujera a las autoridades a una captura (o a un cadáver). Ahora le dicen a 'Rojas', para ponerle conejo, que no leyó la "letra pequeña" del cartel de 'Se busca', la parte que decía "aplican restricciones", como en las mentirosas ofertas de gangas para incautos. Y dice el presidente Álvaro Uribe que habrá que esperar los resultados de las investigaciones a ver si se paga o no, porque "Colombia es un Estado de derecho que no estimula masacres". Hipocresía. Cuando se le pone precio a la cabeza de alguien, como ha hecho el gobierno con los miembros del Secretariado de las Farc, de antemano se sabe que eso puede tener consecuencias sangrientas. Judas no cobró sus treinta monedas simplemente por darle un beso a Jesús, sino porque ese beso permitió que lo crucificaran.

Así que tienen que pagar. Si no le pagan a 'Rojas' la recompensa ofrecida se les viene abajo todo el sistema de compra de lealtades y pago de traiciones que han montado para luchar contra la guerrilla y (desde los tiempos de la presidencia de César Gaviria) contra el narcotráfico, y que, según el consejero para la Reintegración, Frank Pearl, "ha sido muy efectivo".
Ahora: también tiene que juzgar a 'Rojas' por asesinato. No puede salir el fiscal general Mario Iguarán a decir, como ha dicho, que '' en principio no habrá imputación de homicidio'' por atenuantes risibles en este caso como el de '' miedo insuperable''. Ni puede decir el Fiscal, como ha dicho, que ese miedo obedece a que en la guerrilla "la vida no vale nada", cuando están pagando cinco mil millones de pesos por ella. Si no juzgan a 'Rojas' (y después ya verán los jueces si lo condenan o no) se les termina de venir abajo también el aparato de la justicia penal en Colombia, ya muy maltrecho por cuenta de las reformas: el regateo de penas, los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, los aún más escandalosos que ahora están proponiendo el comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo sobre la excarcelación para culpables de crímenes atroces.
Y lo que ya se vino abajo por completo, precisamente a causa de la utilización de métodos perversos como la delación pagada, es la moral de los colombianos. Las autoridades han conseguido corromperlos hasta el tuétano al convencerlos de que todo se compra, todo se paga, todo se vende. El aplauso casi general con que ha sido recibida la traición de 'Rojas' a su jefe guerrillero muestra la extensión y la profundidad de esa desmoralización de la sociedad. Desmoralización entendida no en su aspecto, digamos, militar: como la pérdida de la decisión de combatir; sino en la civil: la pérdida del sentido moral, de la capacidad de distinguir el bien del mal. Salvo cuando nos pagan por ello. Nos han vuelto moralmente ciegos. Mezquinos. Sórdidos.
Decía el poeta Porfirio Barba-Jacob:
"Hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos como la entraña oscura del oscuro pedernal.La noche nos sorprende con sus profusas lámparas En rútilas monedas tasando el bien y el mal".Y fíjense ustedes que así es. En esas estamos.

Monday, March 10, 2008

El todo vale no sirve

El todo vale no sirve
Lo que garantiza la paz continental es el principio interamericano de no intervención, y no su ignorancia deliberada

El gobierno de Álvaro Uribe ha decidido usar contra las Farc "todas las formas de lucha", para decirlo con la frase de las propias Farc. La cooperación internacional (con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos, el Reino Unido e Israel) y el enfrentamiento internacional, (con los gobiernos del Ecuador y Venezuela); los bombardeos desde lejos (?) y la recuperación de cadáveres "en caliente"; las verdades obvias (las Farc secuestran y asesinan) y las mentiras absurdas (una especialmente cómica: "las Farc tienen armas de destrucción masiva", afirmó el vicepresidente Francisco Santos en Ginebra); los recursos más crudos de la arbitrariedad ilegal (el ministro Juan Manuel Santos explicó por qué los guerrilleros muertos merecían la muerte, como si aquí existiera la pena de muerte) y los de la legalidad más rebuscada (uno especialmente cómico: el presidente Uribe amenazó con denunciar penalmente a su colega Hugo Chávez de Venezuela por incitación al genocidio); la ley (el principio interamericano de no intervención para protestar contra la de Venezuela en Colombia) y la violación de la ley (la intervención armada de Colombia en el territorio del Ecuador). Todas las formas de lucha. Para este gobierno, todo vale. Y todo sirve.
No es el primero, por supuesto. Todos sus predecesores han actuado de la misma manera. Antes de que las Farc acuñaran la expresión de la "combinación de todas las fuerzas de lucha" ya los gobiernos de Colombia las habían usado contra ellas. Baste con un ejemplo: cuando exterminaron a los militantes de la Unión Patriótica, que hacían política sin armas, le quitaron la personería jurídica a la Unión Patriótica con el pretexto legal de que no contaba con los suficientes militantes. Pero el gobierno actual lo hace con más crudeza todavía que sus predecesores porque cuenta con el aplauso ciego de la muchedumbre, alimentado por dos cosas: los repugnantes excesos de las propias Farc, que han conseguido que nazca en el corazón de muchos un pequeño paramilitar; y la irritante intervención "bolivariana" del gobierno venezolano de Hugo Chávez, que ha dado pábulo al patrioterismo de otros muchos (tanto aquí como allá). Pero la barbarie de la guerrilla no justifica la barbarie de sus adversarios. Y el intervencionismo venezolano en Colombia no justifica el intervencionismo colombiano en el Ecuador. La una y el otro son muestras de la misma filosofía del todo vale. Y el ciego aplauso de la muchedumbre no es garantía de que se tiene la razón, sino más bien de lo contrario: las muchedumbres rebajadas por sus jefes a sus más sucios instintos -la venganza, el patrioterismo- tienden a equivocarse.
Pero el todo vale es indefendible en la teoría, desde la ética. Muchas veces he citado la brillante frase del escritor R.H. Moreno Durán según la cual "el aforismo que dice que el fin justifica los medios no tiene principios". Inevitablemente, los medios corrompen el fin, como lo han corrompido en el caso de la propia guerrilla: no puede ser un "proyecto respetable", como lo llama el presidente Chávez, uno que para imponerse se sirve de la infamia del secuestro. Los medios innobles no pueden llevar un fin noble.

El todo vale es, además, contraproducente en términos prácticos. Así acaban de mostrarlo en la OEA las protestas contra la acción colombiana de los países vecinos, aunque no hayan llegado a la condena formal. Casi todos tienen sus propios problemas limítrofes, de modo que no pueden aceptar como recurso válido la violación de las fronteras, cualquiera que sea el pretexto invocado. Lo que sirve de garantía a la paz continental es el respeto del principio interamericano de no intervención, y no su ignorancia deliberada. La cual, de rebote, justificaría las ansias intervencionistas de Chávez, o, retrospectivamente, las de Cuba. Y, naturalmente, las de los Estados Unidos: las únicas que de verdad han tenido efectos.
Me preguntan: ¿qué hacer entonces hoy-hoy?
Por supuesto que el Estado tiene que, hoy-hoy, defenderse de las armas con las armas. Pero tiene que entender también que eso no resuelve el problema. Porque la guerrilla no es el problema, sino sólo un síntoma del problema, y una consecuencia del problema, como una llaga purulenta es el síntoma y la consecuencia de una infección, pero no es la infección. El problema, o la infección, es histórico: viene de ayer, y hay que resolverlo para mañana: no basta con cauterizarlo hoy, dejándolo vivo y exacerbado en el torrente interno de la sangre. "Darle la matada" a los guerrilleros que se pongan a tiro, como ha prometido con elocuencia de rufián de esquina el presidente Uribe, tal vez desfogue la pulsión primaria de venganza. Pero no resuelve el problema. Lo prolonga. (Ya lleva medio siglo en su faceta actual, la de la sintomatología guerrillera). Lo agrava. Lo justifica. Hace pocas semanas cité aquí una frase de un paramilitar preso, 'el Iguano', más realista desde su cárcel que Uribe desde su palacio presidencial: "Vi que la guerrilla iba a ser derrotada, pero no exterminada. Siempre habrá población, y siempre van a surgir de ella nuevos guerrilleros".

Thursday, February 14, 2008

Mas Marchas

Más marchas
¿Cuál es la marcha que propone en fin de cuentas Hommes contra el narcotráfico? ¿una marcha ciudadana contra el gobierno de estados unidos?
Por Antonio Caballero
Fecha: 02/09/2008
Fueron millones las personas que marcharon en todas las ciudades del país contra las Farc. Pero insisto en lo que decía aquí mismo hace ocho días: no creo que la protesta ciudadana haga mella en las Farc. Del mismo modo, las marchas contra el secuestro (con "mejor policía del mundo" a la cabeza) que organizaba Pachito Santos cuando era periodista no hicieron mella en la industria del secuestro, ni en su aspecto político ni en su aspecto extorsivo: sólo tuvieron el resultado de llevarlo a él a la vicepresidencia de la República. Y tampoco recuerdo que hubieran servido para nada, salvo para llevar a su promotor a la Alcaldía de Bogotá y luego a la Presidencia, las marchas que no sé con qué pretexto (tal vez ni él mismo lo sepa) hacía Andresito Pastrana cuando su papá era presidente. Las marchas suelen ser completamente inocuas, en el mejor de los casos. Como las rogativas para que llueva que encabezan los curas de pueblo cuando hay sequía. Y en el peor, contraproducentes. Hace exactamente 60 años Jorge Eliécer Gaitán convocó en Bogotá una imponente "marcha del silencio" contra la violencia del gobierno, y la consecuencia fue que la violencia del gobierno creció, y de contera asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán.

Ahora están organizando para el 6 de marzo próximo una marcha de protesta contra los crímenes de Estado. Y es tan justa como la que se hizo este lunes pasado de condena a las Farc. Pero tampoco creo que tenga efectos. Nunca llueve a gusto de todos, como dice el refrán, por muchas rogativas que se les hagan a los cielos. A las nubes. Y veo que por su parte el ex ministro Rudolf Hommes propone otra marcha más, tan obvia en su demagogia que por lo visto no se le había ocurrido a nadie. Contra el narcotráfico. Dice así el doctor Hommes en su habitual columna del diario El Tiempo:

"Hace falta que alguien también promueva una marcha contra el narcotráfico, que es lo que le da aliento económico a la guerrilla, a los paramilitares y a las demás formas de crueldad".

Y sí, claro. El narcotráfico da aliento económico a toda clase de cosas en Colombia: no sólo a la guerrilla y al paramilitarismo, sino también a las elecciones, y a la construcción, y al fútbol, y a las ferias ganaderas, y a los reinados de belleza. Da alientos hasta a la Hacienda pública, como debe saber Hommes, que ha sido ministro de Hacienda. Financia bancos, como debe saber Hommes, que ha sido asesor de bancos, y universidades, como debe saber Hommes, que también ha sido rector de universidad. Financia de todo, porque mueve muchísimo dinero. Pero si mueve muchísimo dinero es únicamente porque -como debe saber Hommes, que además de funcionario público y consultor privado ha sido profesor de una cosa llamada "teoría de la decisión" que, sea lo que sea exactamente, suena muy impresionante-, únicamente porque está prohibido, y en consecuencia es perseguido. Perseguido de todas las maneras posibles, a falta (hasta ahora) de la protesta callejera: perseguido en la selva cocalera y en la jungla bancaria, combatido con glifosato y con bala, con sentencias penales y con asesinatos. Matando o extraditando capos, capturando y condenando mulas. Atacando la oferta, atacando la demanda, atacando la producción, atacando el consumo, atacando la conexión entre los dos, que es el tráfico mismo. Todas las formas de lucha. Y ahí sigue, y ahí crece, por la sencilla razón de que se mantiene y crece en la medida en que se lo prohíbe y se lo combate: su valor agregado le viene de la guerra. Y esa guerra contraproducente es creada y mantenida únicamente -como debe saber Hommes, salvo que sea un inepto como columnista de prensa, como consultor internacional, como funcionario público, como catedrático de "teoría de la decisión"-, esa guerra contraproducente es creada y mantenida únicamente por los gobiernos de los Estados Unidos. Los cuales llevan 30 años imponiéndole al mundo todas las formas de lucha contra el narcotráfico, salvo la única que puede ser eficaz: la legalización, que acabaría con su rentabilidad descomunal y lo reduciría a las proporciones inofensivas y modestas de cualquier tráfico legal de productos de consumo, como el de la lechuga orgánica o el de la cinta aislante.

Entonces ¿cuál es la marcha que propone en fin de cuentas en su columna de prensa Rudolf Hommes? ¿Una marcha ciudadana contra el gobierno de los Estados Unidos?

No lo creo. No creo que quiera que lo asesinen, como a Jorge Eliécer Gaitán. Será más bien que quiere, como Pachito Santos, ser vicepresidente.

Monday, February 04, 2008

MARCHAR O NO MARCHAR: ‘THAT IS THE QUESTION’?

MARCHAR O NO MARCHAR: ‘THAT IS THE QUESTION’?

Citan a los españoles, que a cada rato salen en masivas protestas contra eta. Pero no mencionan que ninguna de esas marchas ha movido un ápice a eta

Por Antonio Caballero
Fecha: 02/02/2008 -1344

Como siempre, estamos discutiendo sobre lo que no importa, y proponiendo soluciones equi-vocadas a problemas erróneamente identificados. Un ejemplo de lo primero es el embeleco de la marcha del lunes. Uno de lo segundo es la posición, las posiciones, que ha tomado el Polo Democrático Alternativo a ese respecto, dejándose arrastrar por un torbellino que nada tiene que ver con la política. La función del Polo es? servir de alternativa de poder, no discutir pendejadas.
Primero, lo de la marcha. Resulta que a unos chateadores de Internet, a la vez desocupados en lo concreto y preocupados por lo vago, se les ocurrió que la receta para sanar los males de Colombia consiste en acabar con las Farc. Y que la manera de acabar con las Farc consiste en hacer una marcha ciudadana de gente con camiseta blanca (esta vez palomas no) que salga a la calle a gritar "¡No más Farc!" en Bogotá y en Dubai, en Madrid y en Johannesburgo y en Bucaramanga. Lanzaron la idea por Internet, para internautas, y la novelería frívola de la prensa y la radio colombianas la cogió al vuelo y la convirtió en el tema central de polémica en el país durante dos semanas. Marchar o no marchar. Qué falta de oficio. Como si aquí no pasaran cosas.
Y así, a la propuesta primitiva (llamarla original sería excesivo) de "!No más Farc!" le fueron saliendo adornos y complicaciones a medida que iba siendo retocada por más y más espontáneos. Que no más Chávez. Que no más reclutamiento de niños. Que por la paz y la reconciliación entre los colombianos. Que abajo los curas pederastas. Que contra el terror. Que contra el secuestro. Que por el intercambio humanitario. Que contra Uribe. Que por Uribe. Que contra Salvatore Mancuso y sus muchachos de las AUC, que desde la cárcel apoyan la marcha. Que a favor de las Farc, que desde las montañas de Colombia participan en la marcha.


Recuerdo un maravilloso dibujo del humorista francés Sempé: en la cola de una marcha multitudinaria que corea consignas vociferantes va un señor con su propia pancarta individual: "Vendo apartamento bien situado".

Todo lo cual ignora el hecho central de que la marcha es perfectamente inocua. ¿Una marcha ciudadana por la carrera séptima de Bogotá (y por las vías equivalentes de Dubai y Montreal, si es que las dejan) para desmovilizar una organización político-militar que lleva cincuenta años haciendo la guerra y cree que la va ganando? Citan a brazo partido el ejemplo de los españoles, que a cada rato salen a la calle en masivas protestas contra ETA, la banda armada que asesina en nombre de la independencia vasca; pero no mencionan el importante detalle de que ninguna de esas marchas ha movido a ETA un ápice en el camino del desarme. Sólo han servido para provocar enfrentamientos (hasta ahora sólo verbales) entre los distintos grupos organizadores de las marchas sobre quién debe encabezarlas, quién debe llevar la pancarta y qué debe decir en el letrero.

Vuelvo al caso del Polo Democrático, que es el más vistoso, pues se ha dejado embarcar tontamente en una pelea que además de ser tonta por sí misma no es la suya, y, una vez untado el dedo, ha tenido que untarse toda la mano sacando comunicados y más comunicados al respecto. Que el Polo vaya a la marcha, propuso en un principio el senador Petro. Que no, porque lo proponía el senador Petro. Que no, porque la iniciativa ha sido "absorbida publicitaria y políticamente por el gobierno de Álvaro Uribe". Que sí vaya pero que con otra consigna: "Por el acuerdo humanitario, no a la guerra, no al secuestro". Que sí, pero que no a una marcha, sino a una concentración, y no por la carrera séptima, sino en la Plaza de Bolívar, para así "movilizarse diferenciado de las fuerzas uribistas". Porque, explica una resolución anunciada por fin como "unánime" por sus firmantes, "el Polo no puede permitir que su actitud se asuma ni como connivente con las Farc, el secuestro, los crímenes de guerra y lesa humanidad, ni como apoyo al gobierno de Álvaro Uribe, al que el Polo se opone de modo inequívoco por su carácter autoritario y regresivo".

Y que si patatín y que si patatán. Demasiadas explicaciones y circunloquios. Lo que no puede permitir el Polo es que no quede claro qué es lo que propone, y ni siquiera si de verdad está proponiendo algo; y no simplemente dejándose llevar por las propuestas inocuas de los internautas de Melbourne o de Riohacha.

Dicho esto, y como he visto que todos los editorialistas y columnistas de la prensa se han pronunciado sesudamente sobre la conveniencia o inconveniencia de la marcha, yo también me uno al rebaño y les aconsejo a mis lectores: marchen, o no marchen. Da igual.

Thursday, January 31, 2008


Un insumismo
quien hace lo que hizo Fischer no es un cobarde, ni como dicen sus críticos, un “imbécil superdotado”. Es un desobediente
Por Antonio Caballero
A los 64 años acaba de morir refugiado en Islandia el gran ajedrecista Bobby Fischer. Un tablero de ajedrez tiene 64 escaques: ocho por ocho. Y tal vez esa coincidencia de los trastos de su juego con la edad que tenía a su muerte sea el único rasgo predecible, mágicamente, de la impredecible y contradictoria personalidad de Fischer: un judío de Brooklyn que se hizo militantemente antisemita; un norteamericano de éxito que odiaba a los Estados Unidos y pasó casi media vida perseguido por sus gobiernos; el mejor ajedrecista de todos los tiempos, según los entendidos, y a la vez uno que consideraba que el ajedrez era un “juego muerto” que había que abolir. Para reemplazarlo por otro, llamado –modestamente– FRC, o Fischer Random Chess (Ajedrez Aleatorio Fischer), en el cual se sustituye la memoria por el talento al barajar al azar la posición de salida que van a tener las piezas.
Yo sé poco de ajedrez, y lo juego bastante mal. En cuanto al FRC, ni lo he intentado. Así que no voy a hablar de Bobby Fischer como ajedrecista, sino como insumiso: un hombre que se negó a plegarse a las reglas de su época. Y al cual, en consecuencia, se empeñaron en llamar loco.
Y cobarde, acaba de añadir sobre su tumba un comentarista y miembro del consejo editorial del Wall Street Journal. Según él, si Fischer se negó siempre a poner en juego su corona ganada contra el soviético Boris Spassky en 1972, en Reikiavik, fue por miedo a perderla. Creo más la versión del propio Fischer, que cien veces declaró que si no jugaba dentro de las normas impuestas por la burocrática Fide (Federación Internationale des Échecs) era porque estas favorecían la “masturbación mental” de no jugar para ganar ni perder, sino para hacer tablas. Él perdía –a veces– o ganaba –casi siempre–: pero no quedaba en tablas. Y la Fide lo despojó del título de campeón del mundo para dárselo al obediente y burocrático Boris Karpov, tablista consumado. No puede ser un cobarde el hombre que no sólo se enfrenta a la todopoderosa Fide, y a la en aquel entonces arrolladora maquinaria del ajedrez profesional soviético, y al gobierno de los Estados Unidos, que en 1992 pidió para él una elevada multa y una pena de diez años de cárcel por desobedecer una directiva del Departamento del Tesoro que le prohibía jugar al ajedrez en la entonces proscrita ex Yugoslavia; sino que desafía además a la fuerza más grande de nuestros tiempos: la industria de la publicidad.
La cosa fue así: Bobby Fischer tenía 29 años, y acababa de convertirse en el primer campeón mundial de ajedrez norteamericano de la historia, en el apogeo de la Guerra Fría, derrotando de un solo golpe de genio a los veinte o veinticinco millones de ajedrecistas soviéticos representados por Spassky. Era el Joven Héroe del Capitalismo Triunfante. Y le propusieron que se hiciera rico haciendo anuncios comerciales publicitarios. Tenía en aquel entonces una espléndida cabellera rubia, y le ofrecieron una fortuna por anunciar una marca de champú. Rechazó la oferta con el argumento de que él nunca había usado champú. Le dijeron entonces que anunciara con su fotografía los pianos Fischer, y él dijo que tampoco, porque no era de los mismos Fischer de los pianos. Algún anuncio más le propusieron, y también dijo que no.
No porque se negara a hacerse rico. Al contrario: nunca antes un ajedrecista había insistido en cobrar tanto dinero por ofrecer su arte en espectáculo: contra Spassky en el 72 exigió la suma entonces inaudita de 250.000 dólares, en Islandia; y veinte años más tarde, en Belgrado, para la partida de la simbólica revancha, nada menos que cinco millones de dólares. Pero quería hacerse rico con la verdad de su juego, y no con la mentira de la publicidad. Quien hace eso no es un cobarde, ni tampoco un “imbécil superdotado”, como lo describieron sus críticos. Es un desobediente.
Descanse en paz.

Saturday, January 26, 2008

por el dueño del blog

Hola, ya seran 6 años casi y aun veo mas desolado el panorama en mi pais, es una pena como los problemas del pais se han vuelto problemas de muchos paises sacando provecho para luego no resolver nada y colombia cada vez mas perdiendo su identidad y soberania, ¿sera que algun dia apostamos todos por algo nuevo y diferente?, no importa que se llame izquierda, socialismo, bolivarianismo, garzonismo, lo que sea, pero al menos un icono de la antipoda a la estirpe de 200 años que ha ido suicidando al pais, esa derecha rancia y arcaica que se disfrazaba de azul y rojo segun la ocasion, y que ahora el bi-presidente la ha desnudado para diseñarse su propio traje a su medida y que no le sirva a nadie mas como cual caudillo en epocas de la posguerra en España.
Pero siempre con el consuelo de que comparados con la octava economia del planeta como se hacen llamar, me quedo con mis problemas y en mi pais porque creo que podemos salir adelante nosotros mismos de todo esto.

COLOMBIA Y LOS SECUESTRADOS

La liberación de dos rehenes por parte de las Farc expresa, dramáticamente, que Colombia está a punto de tener su soberanía perforada por completo.

Los grupos armados de distinto signo ideológico han mostrado, año tras año, lustro tras lustro, década tras década, que la soberanía territorial del Estado se fue desdibujando. La persistente acción del narcotráfico y del crimen organizado transnacional ha hecho que la soberanía formal del país quedara en entredicho. La intervención indirecta masiva de Estados Unidos en el país significó una nueva pérdida de soberanía política, interna y externa. Los fracasados procesos de paz que contaron con acompañamiento internacional corroboraron que una vasta gama de actores foráneos, estatales y no estatales, disminuían aún más la soberanía diplomática de Colombia.

El episodio de la reciente entrega, que contó con un inusitado involucramiento europeo liderado por Francia y la activa participación suramericana encabezada por Venezuela, añade más fragilidad a la porosa soberanía nacional.

La actitud del gobierno del presidente Álvaro Uribe y las Farc frente a la cuestión humanitaria ha contribuido a que Colombia tenga hoy su soberanía internacional seriamente debilitada.
La obstinación del mandatario, la habilidad de la guerrilla y el silencio ciudadano han hecho que en vez de resolver el tema humanitario internamente entre colombianos, la comunidad de naciones y distintas coaliciones de fuerzas externas hicieran que el principio de no intervención se opacara drásticamente en el país. Aún antes de que el presidente Chávez solicitara que las Farc sean objeto del reconocimiento de su condición beligerante, la soberanía doméstica y exterior de Colombia estaba penetrada y resquebrajada: la reciente reunión extraordinaria de la OEA lo confirma. Además de responderle al mandatario venezolano y de comprender la dinámica de lo que ocurre actualmente con el sistema interamericano y el papel de Colombia en el mismo, los colombianos tienen que preguntarse y cuestionarse cómo fue que se llegó a este punto.

El Estado, los sectores oficialistas, las fuerzas de oposición, los distintos actores de la sociedad civil y aun los grupos armados debieran tener como horizonte estratégico la recuperación real de la soberanía. No se trata de chauvinismo ni xenofobia; se trata de un nacionalismo elemental y constructivo.

El conflicto armado y el negocio ilícito de las drogas seguirán prosperando hasta que Colombia no establezca un nuevo pacto social, político e institucional que coloque en el centro neurálgico de su consecución la recuperación y la reconstrucción de la soberanía.

El aporte internacional al humanitarismo y a la paz puede prosperar solamente en ese marco.

Tuesday, January 22, 2008

Los motivos de Chávez

A Chávez le está pasando lo que a aquel actor que, tras interpretar una telenovela del gran hombre, acabó convencido de que era él.
Por Antonio CaballeroFecha: 01/19/2008 -1342 Tienen razón Hugo Chávez, y la cancillería venezolana, y la Asamblea Nacional de Venezuela, en lo que dicen del gobierno de Álvaro Uribe, y, en general, de las oligarquías colombianas: que están obsesionadas con la guerra, que no quieren la paz, que lo único que les interesa es "mendigar la indulgencia del gobierno imperial de los Estados Unidos". Eso mismo venimos diciendo desde hace décadas muchos críticos del sistema imperante en Colombia. No son inventos del coronel venezolano: es la pura verdad.
También es la pura verdad, como dice el acuerdo de la Asamblea venezolana, que el calificativo de terroristas es sólo un recurso unilateral de ese mismo gobierno imperial contra "los movimientos de liberación y los Estados no subordinados a la dominación". El lenguaje puede parecer arcaico, pero la cosa es cierta. (Y también arcaica). En las listas del "terrorismo" no se entra ni se sale por razones objetivas, sino porque así lo deciden los Estados Unidos y lo imponen a sus aliados. Un solo ejemplo entre cien: cuando combatían a los soviéticos, los talibanes de Afganistán eran freedom fighters, "luchadores por la libertad" (Osama bin Laden incluido). Ahora que combaten a los norteamericanos se han vuelto "terroristas".
Lo que no es verdad, en cambio, es que Chávez actúe movido por sentimientos de "amor y solidaridad con (sus) hermanos colombianos". Tal vez es ese el único punto en el que tienen razón los comunicados de la cancillería colombiana: "El presidente Hugo Chávez confunde la cooperación con la injerencia, como confundió la mediación de la parcialización". Lo que mueve a Chávez es, en efecto, el deseo de inmiscuirse para sus propios fines en los asuntos internos de Colombia, y esa injerencia es indebida. Pero la parcialización es comprensible, porque, como he dicho aquí mismo muchas veces, las Farc tienen muchas razones valederas y objetivos respetables. En lo que se equivocan es en sus métodos, monstruosos y contrarrevolucionarios, que corrompen sus fines: y en la historia han sido siempre los métodos los que han corrompido las revoluciones. Eso debería saberlo mejor que nadie el propio Chávez, cuya "revolución bolivariana" se ha abstenido cuidadosamente de utilizar métodos infames.
Así que tiene razón el gobierno de Álvaro Uribe cuando acusa a Chávez de tomar partido por las Farc en el conflicto interno colombiano, sin creerle que lo haga por motivos humanitarios. Lo hace por los suyos propios. Pero estos no son sólo egoístas, sino genuinamente altruistas. Bolivarianos, por decirlo así: o sea, inspirados en el ejemplo de Simón Bolívar. Que también tenía la incómoda costumbre de inmiscuirse en los asuntos de los vecinos (la creación de la Gran Colombia fue exactamente eso), y también fue considerado terrorista (aunque en otras palabras) por los gobiernos imperiales de la época.
El bolivarianismo de Hugo Chávez, en efecto, no es meramente retórico. O, más exactamente, su retórica es la misma de Simón Bolívar, y se la cree él mismo tanto como el Libertador se creía la suya propia. Porque si en lo inmediato Chávez se siente llamado a heredar el papel de Fidel Castro como adversario de los Estados Unidos (con el petróleo que el cubano nunca tuvo), en una visión histórica más amplia cree que ese papel es el mismo que cumplió el Libertador en su tiempo. No sólo contra el imperio de entonces, que era el español (y ahí entra, como anécdota histriónica, su rifirrafe verbal con el rey Juan Carlos); sino con respecto también a los Estados Unidos. Esos que fueron vistos premonitoriamente por Bolívar en frase famosa como "dispuestos por la providencia para plagar de males a la América en nombre de la libertad".
Lo que pasa es eso: Chávez se cree Bolívar. El Libertador de América. Le está pasando lo mismo que a aquel actor de televisión que hace unos años, tras interpretar en una telenovela el papel del gran hombre, acabó convencido de que era él. Pero conviene no olvidar que también el propio Bolívar acabó creyéndose Bolívar (como bien supo verlo, sin poder evitarlo, Santander).
Entre tanto, y mientras no pase a mayores, esta crisis distrae. Y les conviene, por razones opuestas y en los dos casos internas, a los dos presidentes: tanto a Chávez como a Uribe. Ya estamos oyendo aquí el llamado a "rodear al presidente". Y me permito recordar la sabia advertencia que hacía al respecto el asesinado Jaime Garzón: "para que no se escape".