Sunday, July 20, 2008

EL CONSUMISMO

El consumo
Sin ir más lejos, todas las chucherías conmemorativas de la visita del Papa, las camisetas y los discos, los rosarios y los platos, eran ‘made in china’
Por Antonio Caballero
Fecha: 07/19/2008 -1368
Descansemos de Uribe, que no descansa. Voy a hablar de otro que tampoco descansa: el Papa Benedicto XVI. Qué maldición la de estos personajes hiperkinéticos que no descansan ni dejan descansar. Las madres de los niños con el síndrome de Tdah saben lo duro que es eso: muchachitos que tienen rabietas, arman peleas, no tienen amigos, rompen cosas, no terminan las tareas, lo desordenan todo. Es como vivir con Uribe o con el Papa Ratzinger: hay que sedarlos con una mezcla de adulación y goticas homeopáticas. No paran. ¿Y a qué horas piensan? No piensan. Trastorno por Déficit de Atención causado por la Hiperactividad, se llama lo suyo. Qué fatiga.

Bueno. El caso es que Benedicto XVI, el Papa Ratzinger, anda ahora por Sydney, Australia, con motivo de la celebración del XXIII Día Mundial de la Juventud, un festival al cual acudieron cien mil jóvenes católicos y algunos cientos de curas para tener el privilegio de ver al Sumo Pontífice en el punto más remoto del globo terráqueo.

Habló Su Santidad, y fustigó severamente el inmoral "consumismo insaciable" del mundo actual. Sus oyentes, que venían de darse el insensato lujo consumista de recorrer en avión toda la redondez de la tierra para ver a un Papa que vive normalmente en las antípodas, lo aplaudieron a rabiar. Y a continuación se precipitaron a hacer colas para comprar los productos conmemorativos del XXIII Día Mundial de la Juventud. El disco oficial del evento, la camiseta oficial con el nombre del Papa, los platos de porcelana con su efigie, etcétera.

¿Qué harán después con ellos? se pregunta uno, recordando que también se hicieron en su momento vajillas enteras conmemorativas de lo de Lady Di. ¿Los cargarán de vuelta a sus países como exceso de equipaje? ¿Los tirarán a la bahía de Sydney? Pero precisamente en eso consiste el consumismo insaciable que Su Santidad fustiga: se trata de comprar cosas inútiles que luego hay que tirar a la basura para abrir campo para más cosas inútiles.

Aunque, claro: para consumistas, los Papas. Este viaje a Australia, sin ir mas lejos, con su avión especial para sobrevolar los océanos y su yate de lujo para cruzar la bahía y todas las zarandajas del caso, debió salirle a la invitante diócesis de Sydney por un ojo de la cara. Baste recordar que los tres días de vacaciones que el verano pasado pasó Benedicto XVI en los Montes Dolomitas, a un tiro de piedra de sus palacios del Vaticano, les costaron a sus anfitriones, las autoridades de la región del Véneto, la bicoca de 345 millones de euros. Un Papa es caro, y éste, más. En los tres días de que hablo, solamente en arreglos florales se fueron 13.000 euros, y más de 50.000 en la repavimentación de las calles por donde debía pasar el "papamóvil" en que viaja. Y hay que ver las tiaras. Las casullas bordadas. Los báculos de oro. Las sandalias de piel de cabritillo nonato de las estribaciones del Himalaya que, según es fama, manda teñir de rojo en la famosa casa de modas romana de Prada.

Ahora: el tema no es moral, sino económico. La austeridad será sin duda muy virtuosa, pero no mueve molino. Y de lo que se trata es de que el molino se mueva: el de la producción, empujado por el río del consumo. Si Roma es Roma, se lo debe en gran parte al despilfarro ostentoso de cien Papas: a sus repavimentaciones de mármol, a sus adornos florales, a sus casullas recamadas de joyas, a sus platos de cerámica con su efigie que compran los turistas. Sin ir más lejos, todas las chucherías conmemorativas que se vendían en Sydney, las camisetas y los discos, los rosarios y los platos, eran, según informa la prensa internacional, "made in China". Y es gracias a este tipo de cosas que la China ha llegado a ser la segunda potencia económica del mundo.

Se pronunció el Papa Benedicto no sólo contra el consumo desaforado en general, sino contra el de drogas, en particular. Y tampoco en ese punto le hicieron sus oyentes el menor caso. Los festivales de la juventud, católicos o no, con Papa o con grupo de rock, y hasta los que hacía en Cuba Fidel Castro, suelen terminar convertidos en paraísos artificiales. Así que en vez de tanto fumigar, erradicar, extraditar, ir, venir, brincar, pelear y perorar, el presidente Uribe debería reflexionar sobre esa ley de hierro de la economía: el consumo genera la producción. La demanda crea la oferta.

Pero, como dije al principio, los afectados por el síndrome del trastorno por déficit de atención causado por la hiperactividad, Tdah, no tienen tiempo para reflexionar.
Echa uno a volar la imaginación hasta el otro lado del planeta, y todo lo trae de vuelta a Uribe. Qué fatiga.

Sunday, July 13, 2008

LA FARSA COLOMBIANA

Noticia de un milagro
Pero el problema de fondo, por el cual existen tanto los secuestros como los rescates, sigue intacto
Por Antonio CaballeroFecha: 07/12/2008 -1367
El rescate fue de película, tal como lo dijo el ministro de Defensa Juan Manuel Santos. Rápido y limpio, con los quince secuestrados incólumes y dos de sus ocho mil secuestradores capturados sin disparar un tiro. Uno de los liberados lo resumió: "un milagro". Y el presidente Álvaro Uribe lo atribuyó a "la luz del Espíritu Santo y la protección de Nuestro Señor y de la Virgen en todas sus expresiones".
Tal vez sea esta la primera vez en la historia en que un rescate militar sale bien. No sólo en Colombia, sino en el mundo. Todos los emprendidos en el último medio siglo, fallidos o exitosos, se caracterizan por haber sido acompañados por un baño de sangre. Los dos del ejército ruso, el de la escuela de Chechenia y el del teatro de Moscú; el de la guardia nacional norteamericana en el rancho davidiano de Waco, Texas; el de los sinchis antiterroristas peruanos en la embajada del Japón en Lima; el de las tropas especiales indias en el Templo Dorado de Amritsar; el de la policía alemana en el estadio de Munich. Incluso el muy publicitado rescate de rehenes de los comandos israelíes en Entebbe, Uganda, dejó un reguero de cincuenta muertos. Por regla general, los rescates militares se ajustan al modelo extremo del asalto al Palacio de Justicia de Bogotá, del cual, veinticinco años después, todavía seguimos desenterrando cadáveres: "Un ejemplo para el mundo", lo llamó entonces el Comandante en Jefe del Ejército colombiano, general Rafael Samudio. El rescate de hace ocho días en el Guaviare, sin un rasguño, es la única excepción. Un milagro.
Felicitaciones para todos. Para los tripulantes del helicóptero que lo ejecutaron, para los generales que lo dirigieron y lo planearon, para el ministro que lo avaló. Y sobre todo para los secuestrados rescatados: quince personas vivas y libres. Y hasta para los guerrilleros que quedaron en tierra y no fueron ametrallados, y para sus dos jefes que salieron del trance sin más daño que un pistero en el ojo.

Felicitaciones. Pero que no nos digan que fue un rescate militar. Fue, y por eso salió bien, una farsa teatral: una película (que muy pronto veremos repetida de verdad en el cine, con actores profesionales: Angelina Jolie en el papel de Íngrid Betancourt, y Woody Allen en el de Juan Manuel Santos). Una obra de teatro en la cual los soldados, sin armas y disfrazados de voluntarios de una ONG humanitaria, engañaron a los guerrilleros de las Farc para que les entregaran sus rehenes sin recibir nada a cambio. ¿Así de brutos son? Le preguntó el periodista Yamid Amat al ministro de Defensa. Y Santos respondió:
—No, lo que pasa es que el plan era tan audaz que el guerrillero más experimentado e inteligente no hubiera creído posible ni siquiera que se intentara.
Porque, en efecto, es increíble. Increíble en todas sus versiones, incluida la traducida por Íngrid Betancourt para uso de los franceses: "merci la France". Es un cuento tan increíble como aquel del valiente policía que hace veinte años se enfrentó en calzoncillos a los secuestradores de Andrés Pastrana y los persuadió de que cambiaran a su valioso secuestrado por él. Así lo hicieron, y gracias a ese canje (milagroso también: recuerdo que hubo un Te Deum de acción de gracias) Pastrana llegó a la alcaldía y luego a la presidencia. Del valiente policía en calzoncillos no se volvió a saber nada. Más verosímil suena la tesis del periodista suizo según la cual se les pagó a las Farc por el teatral recate. Sería lo lógico. El presidente Uribe lleva meses ofreciendo públicamente recompensas y beneficios jurídicos para los guerrilleros que entreguen secuestrados, y el ministro Santos reconoce que ese tipo de "colaboración" existe cuando dice: "Lo que usted llama 'colaboración' es penetración: es decir, convencer a guerrilleros de ayudarnos a cambio, la mayoría de las veces, de beneficios. En este caso no fue por recompensas, sino por venganza". Resulta extraño que un gobierno que ha hecho de la delación pagada uno de los puntales principales de su política antisubversiva, hasta el punto de recibir en prenda manos humanas cercenadas, prefiera atribuir este rescate de espectáculo a la intervención divina que al dinero.
Los guerrilleros capturados, por su parte, que podrían contar de quién querían vengarse, o quién quería vengarse de ellos, o si fueron comprados o de verdad embaucados o a lo mejor persuadidos con la promesa de una notaría, no dirán nada: van a ser extraditados y juzgados en los Estados Unidos por terrorismo y secuestro; y como la ley prohíbe a los Estados Unidos negociar con terroristas (aunque lo hayan hecho cien veces), en el juicio no se hablará de dinero. Y tal vez terminen, como los narcos, recibiendo estatus de testigos protegidos. En cuanto a los rescatados, ya el embajador norteamericano anunció por televisión, generoso, que también ellos recibirán la codiciada visa USA: "¡Ya han pagado su pasaje!", dijo el embajador.
Pero el problema de fondo por el cual existen tanto los secuestros como los rescates de secuestrados sigue intacto. La liberación de quince entre varios cientos es, claro, motivo de regocijo, por ellos y por sus familias; y es también, sin duda, un tremendo golpe a la moral de las resquebrajadas Farc. Pero no altera para nada las raíces del conflicto. Porque es un milagro. O sea, una simple anécdota.