Monday, November 27, 2006

Cuesta abajo

Cuesta abajo
Con tal de mantener como delito al narcotràfico, se ha dado en la aberraión de encontrar perdonables el asesinato y el secuestro
Por Antonio Caballero
En tiempos de César Gaviria se hizo aquí una reforma de la justicia -una de tantas- que promovía la delación y la recompensaba económica y jurídicamente. Se trataba -cómo no- de combatir el narcotráfico. Escribí entonces en esta revista una columna advirtiendo que la nueva figura no haría que disminuyeran los narcotraficantes, pero sí que se multiplicaran los delatores. O sea, que contribuiría a que se corrompieran todavía más los colombianos: además de narcos, sapos.
Como es sabido, la delación no ha servido para frenar el narcotráfico. Y sin embargo ahora el fiscal Mario Iguarán y el presidente Álvaro Uribe van más lejos: proponen negociar con los narcos de segunda, los llamados traquetos, para así capturar a los capos de primera.
¿No aprenden? No. No quieren aprender.

La lucha contra el narcotráfico es una inútil tarea de Sísifo en la cual se empecinan nuestros gobiernos desde hace tres decenios. "Por convicción, no por coacción", se atrevió a decir con su habitual desfachatez otro presidente, Ernesto Samper en este caso. Y esa terca lucha ha tenido el único resultado, que era previsible también, de fortalecer el narcotráfico y a los narcotraficantes. Hoy se han convertido en el único motor y en los únicos actores de la vida colombiana en todos sus aspectos: el económico, el jurídico, y hasta el literario. Y el político, por supuesto. Tanto la política en la forma de juego electoral como en la de la guerra, "continuación de la política por otros medios" según la fórmula famosa, es hoy en Colombia una mera derivación del narcotráfico.
Pero tal vez la consecuencia más grave de ese estado de cosas sea de índole moral: la moral -o la desmoralización, o más exactamente la creciente inmoralización- de los colombianos se ha ido adecuando a las exigencias de la narcotización. Un ejemplo elocuente es la aceptación creciente de comportamientos moralmente repulsivos si contribuyen a esa destructiva lucha contra el narcotráfico. La conversión de la sucia delación en virtud ciudadana es un caso. Otro es la eliminación de los llamados "delitos conexos" en aras del mantenimiento del único delito considerado como verdadero, que es ese del narcotráfico, en contra de toda sensatez. Porque con tal de mantener como tal ese delito, que es completamente artificial y artificioso, y viene solamente de una imposición política (por interés económico) de los gobiernos de los Estados Unidos, se ha dado en la aberración de encontrar tolerables, y perdonables (y para comenzar excarcelables) otros delitos ellos sí verdaderamente criminales como el asesinato o el secuestro. El descuartizamiento de personas con motosierra, por ejemplo, ya es tenido por simple pecadillo retozón que sólo a un sicorrígido aguafiestas se le ocurriría censurar. Muy pronto estará específicamente contemplado como simple contravención en las nuevas versiones de la llamada Ley de Justicia y Paz, que sacrifica la justicia a cambio de nada, puesto que no sirve para lograr la paz sino para premiar, y en consecuencia alimentar, todos los modos de la guerra. Vamos en bajada.
Es un rodar por la pendiente. Un acostumbramiento a lo innoble, una aclimatación de lo ruin. Siento tener que volver a decirlo: vamos de mal en peor.

Wednesday, November 15, 2006

Cuando la fe y las ideologías son la oscuridad

Cuando la fe y las ideologías son la oscuridad
Por Diego Fernando Gómez SánchezJoseph Ratzinger, actual papa electo y autodenominado "Benedicto XVI", pronunció la semana pasada un discurso ante la "Academia Pontificia de las Ciencias", en el cual dijo lo siguiente: "La ciencia no puede pretender proporcionar una representación completa y determinista de nuestro futuro y del desarrollo de cada fenómeno que estudia".
Sobre la referencia a que la ciencia busca una representación completa y determinista del futuro, es importante explicar que la ciencia hace cien años abandonó lo que se denomina el paradigma mecanicista: la aproximación newtoniana de que el mundo era una máquina perfecta de la que aún no encontrábamos sus leyes fundamentales.
Abandonó la pretensión de "los absolutos" y descubrió que en el cosmos rige la relatividad, la incertidumbre, los emergimientos caóticos, la negaentropía, la autopoiesis, la autoorganización de los sistemas disipativos.
Esa es la ciencia de hoy, a cien años de distancia del determinismo, de los dogmas, de los absolutos. Es decir, la diferencia entre lo que Ratzinger señala sobre la ciencia es como entre cero e infinito, o en sus términos, como entre el cielo y la tierra. Por eso mucho menos busca tener una representación "completa" del futuro, sólo busca poder simular múltiples escenarios posibles.
En el discurso añadió, además: "El ser humano no puede depositar en la ciencia y en la tecnología una confianza tan radical e incondicional, como para creer que el progreso de la ciencia y la tecnología puede explicarlo todo y satisfacer plenamente sus necesidades existenciales y espirituales".
No es confiar en la ciencia y sus descubrimientos, es confiar en el proceso de descubrir, de construcción de conocimiento, de la búsqueda de nuevas respuestas. Es sentirnos parte de un profundo proceso de transformación evolutiva y de emergimientos sistémicos. Incluso, para la ciencia es posible que Dios exista, pero no que exista uno que signifique límites a la búsqueda, a la creación de conocimiento.
El asunto es más de fondo cuando señala: "Satisfacer plenamente las necesidades existenciales y espirituales". Las religiones y las ideologías tienen un elemento en común: crean respuestas a la "necesidad de certidumbre" de los seres humanos. Un ejemplo desde lo religioso es la necesidad de superar la muerte. Las religiones dan una respuesta creando "la vida eterna", el cielo, el paraíso, la reencarnación. El resultado de ello es que somos una especie con un altísimo grado de irresponsabilidad con la vida, tanto de la especie como de la naturaleza en general. Por eso somos una "especie cáncer" y autodestructiva. Cabría preguntar: ¿Sobrevivirá el mundo a esos enajenados que se creen eternos?
Las ideologías hacen lo mismo, prescriben respuestas, como la de que el subdesarrollo es a causa de la explotación norteamericana, así no halla una cifra para sustentarlo. Por eso las religiones y las ideologías más que una forma de pensar, son una renuncia al pensamiento, a la búsqueda de respuestas. Y nada más aburrido que hablar con un tipo que "ya está pensado", pues simplemente no hay nada para discutir.

Por eso prefiero la ciencia, que es un proceso de descubrimiento, de reflexión, de aceptar la duda, la incertidumbre, de sentir que sólo somos polvo de estrellas vagando por el universo.