Monday, December 21, 2009

Al bareto si, Alvarito no

Terminó el tiempo para los argumentos constitucionales, los reparos de procedimiento, las réplicas liberales y las marchas de sí al bareto y no Alvarito. Antes del 16 de diciembre la Constitución colombiana tendrá un artículo que corresponde a los empeños morales del Presidente más que a los principios del Estado. La voluntad de un solo hombre, su porfía de cruzado, puede lograr que el país ponga algunos de sus lemas personales en la Constitución. Una insignia populista para lucir al interior y una postura severa para exhibir más allá de las fronteras.
Pero a pesar de su apariencia inútil la retórica puede tener consecuencias en las calles, en los calabozos de las estaciones y en los baños de los Centros de Atención Inmediata (CAI) de la policía. En una reciente columna sobre el capricho presidencial con el tema de la dosis mínima, Jorge Orlando Melo criticaba la costumbre nacional de prevenir una conducta indeseable a punta de leyes o artículos constitucionales. La lógica según la cual si no es posible detener al jíbaro es necesario perseguir al comprador ocasional. Al final, Melo se tranquilizaba calificando la reforma en ciernes como “un puro saludo a la bandera, sin ningún efecto. Una reforma insensata, pero inocua e inane.”
Melo tiene sus razones para el optimismo: la reforma terminó hablando de prohibición y no de penalización. Los tribunales médicos que le gustan a Fabio Valencia le parecieron peligrosos hasta a Nicolás Uribe ¡Un Uribito más! Pero bueno, al menos le dio pudor impulsar las camisas de fuerza del Estado terapéutico. Por ahora no habrá más que una prohibición en abstracto en un artículo de la Constitución. Sin mebargo creo que luego de 15 años de estar obligados a guardar ciertas formas frente a los consumidores, los policías se saborean su revancha. Se ha renovado un aval para su juego de pequeñas extorsiones al portador de un barillo silvestre. No hay un marco para aplicar la prohibición así que los policías tendrán un interesante margen de maniobra. Los supuestos enfermos, ya que el espíritu fraternal de la reforma fue dibujar al consumidor como un apestado y no como un delincuente, quedarán en manos de los médicos más peligrosos: los policías. Ellos tomarán las medidas “pedagógicas, profilácticas y terapéuticas” de las que habla el gobierno.
Pero incluso la reforma podrá resultar contraproducente para el supuesto fin proclamado hace unos días por el ministro del interior: “ir por los jíbaros”. El tono de Valencia Cossio me recordó a Harry J. Anslinger, el primer comisario de narcóticos gringo cuyas declaraciones en los años 30 pasaron poco a poco de alarmas contundentes a piezas humorísticas. Decía que es muy posible que la lógica de los policías sufra una pequeña mutación: “Para que meterse en problemas siguiendo el negocio de los jíbaros, más lisos y más peligrosos, si es posible jugar un rato con los consumidores, más asustadizos y más rentables”.
Estamos entonces en los tiempos de enfrentar la nueva actitud de los policías frente al consumidor recreativo. Se acabó la hora de los argumentos y pasamos a la etapa de los tormentos. A pesar de haber estado hace unos años en cuclillas en el baño de un CAI por culpa de un cogollo apretado en una pipa de madera, tengo que decir que los policías se comportaron con relativa prudencia. Se quedaron con la pipa y el moño, le encontrarían cliente fácil en Chapinero, y soltaron un insulto juicioso en vez de una patada. No hubo extorsión. Me temo que la reforma sí tendrá efectos: cambiarán los protocolos policiales y la prima navideña de los agentes.

Monday, November 23, 2009

Drogas: realidad y ficción

Por: Klaus Ziegler
En su columna del domingo, Héctor Abad, buscando un compromiso razonable entre los defensores de la dosis personal y los prohibicionistas, propone que se permita el porte de la dosis mínima pero que se prohiba su consumo en lugares públicos.
Su propuesta, aunque conciliadora, no resuelve el problema de fondo. Héctor tiene razón cuando señala que la discusión está en saber cómo limitar las libertades individuales cuando éstas se convierten en un problema social.

Pero su análisis no tiene en cuenta que, por encima de otras consideraciones, es el peligro que cada droga representa para el usuario y la sociedad lo que determina su control o prohibición. Es obvio que ni el más tolerante permitiría el porte de una dosis personal de ántrax —sin importar cuál sea su propósito— y sólo un fanático prohibiría el consumo de té o café.

Con el fin de diseñar políticas racionales para el manejo de las drogas, el comité asesor del gobierno británico sobre el abuso de drogas, bajo la dirección del neurólogo y farmacólogo David Nutt, estableció una escala para clasificar los efectos nocivos de las sustancias psicoactivas, teniendo en cuenta el daño físico, el potencial de adicción y los perjuicios causados a la sociedad.

Las conclusiones, publicadas en la revista médica The Lancet, mostraron que las drogas más peligrosas son la heroína, la cocaína y el crack, seguidas por los barbitúricos, el opio y la metadona. El alcohol ocupó el quinto lugar y el tabaco el noveno, por delante del LSD y la marihuana. Nutt y su equipo responsabilizaron al tabaco de causar más del 40% de los males tratados regularmente en los hospitales, y al alcohol, por más de la mitad de las visitas a las salas de urgencias, además de ser la primera causa de muertes violentas.

La reacción oficial no se hizo esperar: Nutt, que se había convertido en una piedra en el zapato por su costumbre de hacer públicas verdades desagradables, fue despedido por su “incapacidad para dar recomendaciones imparciales”.

Lo ocurrido deja ver que las políticas prohibicionistas, lejos de obedecer a decisiones racionales, corresponden a intereses de políticos y grupos económicos (como las tabacaleras, que durante décadas engañaron al mundo con información falsa sobre los efectos nocivos del tabaco) y están motivadas por prejuicios arraigados en la sociedad, que hacen que no veamos con malos ojos a quien fume o beba en público, pero que consideremos un degenerado a todo el que sin tapujos consuma una droga ilegal.

Estado de guerra

Por Antonio Caballero


OPINIÓN
La paz no es clima propicio para dictadores. Los del '1984' de Orwell se inventaron por eso la figura de la guerra perpetua.
Sábado 21 Noviembre 2009



Se preocupaba hace unas noches el candidato presidencial del Polo Gustavo Petro, con razón, por la escalada de los roces con Venezuela: la crisis le va a permitir al presidente Uribe proclamar el Estado de Guerra.

Tiene razón Petro, digo: nada más apetitoso para Uribe que una situación de conmoción en las fronteras. Si se produce, o se induce, una tensión suficiente en las relaciones con Venezuela, hay razones, o pretextos, para decretar el Estado de Guerra. Y de lado y lado se trabaja activamente en eso: insultos del presidente Hugo Chávez por televisión, interrupción del flujo del comercio, voladura de puentes peatonales, asesinatos misteriosos en la raya fronteriza, acusaciones mutuas (que Chávez respalda a las Farc, que Uribe organiza con el DAS y la CIA atentados contra Chávez), denuncias ante organismos multilaterales, hechos cumplidos como el de las bases gringas en Colombia o el de las gigantescas compras venezolanas de armamento. Y, también de lado y lado, un azuzamiento deliberado de los patrioterismos respectivos y de los respectivos caudillismos, presentados como necesarios. Chávez defiende a Venezuela de la agresión colombiana. Uribe defiende a Colombia de la agresión venezolana. Si hay guerra, o vientos de guerra, ¿cómo no proclamar el Estado de Guerra? Y regresar así a los tiempos de antes de la Constitución del 91, cuando Colombia pasó cien años casi ininterrumpidos bajo el régimen de excepción del Estado de Sitio: con las garantías constitucionales suspendidas y el Ejecutivo dotado de facultades extraordinarias. En la práctica, bajo la dictadura, sólo aliviada por las elecciones. Una dictadura como la sueñan los uribistas, y para empezar, el propio Uribe.

El Estado de Guerra, en efecto, es un estado superior del Estado de Opinión, ya definido por Uribe mismo ante el Congreso como "un estado superior del Estado de Derecho". Les sirve, claro está, no sólo a Uribe, sino a todos los caudillos aspirantes a la dictadura en sus países respectivos. A Chávez, que también está feliz: parece como si los dos se hubieran puesto de acuerdo. El Estado de Guerra es lo que mantuvo a Fidel Castro en el poder durante medio siglo, y ahora sostiene a su hermano. Es lo que permite que los Kim de Corea del Norte vayan ya por la tercera generación dinástica. Y a otra escala, a escala de catástrofe mundial, es lo que le sirvió a Hitler para suspender una y otra vez la Constitución alemana y conservar sus poderes absolutos -hasta que perdió la guerra. La paz no es clima propicio para los dictadores. Los del 1984 de Orwell se inventaron por eso la figura de la guerra perpetua. Acertaba Maquiavelo, siempre lúcido, cuando observaba que la fundamental tarea de los príncipes -si quieren seguir siéndolo- es la de hacer la guerra. Y acertaba también, por supuesto, Clausewitz en su manida fórmula según la cual la guerra es la continuación de la política por otros medios. El brillante jurista nazi Carl Schmitt lo resumió llevándolo al extremo, al señalar como concepto central de "lo político" la distinción única entre amigo y enemigo: la guerra es la política. Y la guerra se libra desde el poder absoluto, desde la dictadura del Ejecutivo sin trabas legales ni contrapesos democráticos.

Ese es el pensamiento que inspira a Uribe -supongo que a través de asesores que han leído a Schmitt, como José Obdulio o Fernando Londoño. Por eso trata a sus adversarios como a enemigos de guerra, sean jueces críticos, parlamentarios de la oposición o periodistas no serviles: todos caen en el mismo saco de "auxiliares del terrorismo". Y es también el pensamiento de Schmitt el que inspira a Chávez, supongo que a través de consejeros como el difunto sociólogo argentino Norberto Ceresole: para Chávez, los anti-chavistas, que él llama "escuálidos" o "pitiyanquis", son traidores a la patria.

Y así Chávez y Uribe, para fortalecerse mutuamente, nos van a poner a venezolanos y colombianos a echarnos bala los unos a los otros.

Conmigo que no cuenten.

Thursday, October 15, 2009

¡Uribe es diferente!

Amplios sectores apoyan a Uribe porque están obsesionados con el temor de la guerra, pero les resulta impermeable que nos estemos enrumbando peligrosamente hacia el autoritarismo.


Hipótesis: ¡Uribe es diferente!
Por Juan Carlos Palou Trias*
OPINIÓN
Jueves 8 Octubre 2009

En días pasados, al referirse al debate público en torno a la reelección, la revista SEMANA afirmaba que éste se ha adelantado con más entusiasmo que argumentos. Es decir, los enemigos de la reelección son más intensos que recursivos. Creo, por el contrario, que la discusión pública ha puesto en circulación un rico espectro de argumentos, muchos de los cuales tienen raíces en las controversias clásicas de la teoría y la filosofía política occidentales.

En mi opinión una controversia equiparable al dilema que enfrenta Colombia, se encuentra en los lúcidos análisis que hace el jurista alemán Martin Krielle al evaluar las teorías políticas de Thomas Hobbes. Según Krielle, los principales riesgos que debe afrontar un Estado en el orden interno son dos: la guerra civil y la tiranía . Hobbes estaba obsesionado con la guerra y consideraba que sólo podía ser conjurada por un príncipe todopoderoso. Para ello era necesario que los súbditos renunciaran a la libertad frente al monarca absoluto, El Leviatán, a cambio de la vida, la seguridad y el orden. Este arreglo se expresa en la conocida fórmula de “protección a cambio de obediencia”.

El sesgo antibélico de Hobbes le llevó a desconocer el otro gran riesgo, el de la tiranía. Aunque invocaba el famoso aforismo de que el “hombre es un lobo para el hombre”, abandonaba su coherencia ante el hombre todopoderoso. El monarca absoluto resultaba ser bueno para los otros hombres pues los liberaba de las incertidumbres de la guerra. Su famosa antropología pesimista se reducía a una formula contradictoria: El hombre es malo, menos el hombre que tiene todo el poder. Este es el origen del concepto de “gobernante iluminado”.
En contraposición a este absolutismo enceguecido, los juristas ingleses del siglo XVII proponían la idea de que la paz sólo es aceptable si permite la vida en libertad. Para lograr este doble objetivo-paz y libertad- es necesario construir “instituciones ilustradas” y no apoyarse en “gobernantes ilustrados”. Dentro de estas instituciones el Derecho resultaba estratégico.

Traducido a un lenguaje coloquial, la idea era: “no queremos que nos gobierne un hombre iluminado”, uno al que le “cabe el país en la cabeza”, como se acostumbra a decir en Colombia. Tal cosa no existe sino en la fantasía infantil y puede conducir a la tiranía.

La complejidad de las realidades sociales y políticas es parcialmente asible sólo a través de la mayor cantidad de cerebros pensantes y organizados por las normas jurídicas. En esa forma los procesos políticos de cambio, las decisiones y las reformas son lentos, engorrosos, llenos de vicisitudes y de exámenes desde los más diversos puntos de vista.

Estos costos aparentes se amortizan con un mayor conocimiento de la realidad, una disminución del riesgo de equivocarse y un incremento de legitimidad de las decisiones de impacto colectivo.

Trasladando ese debate a Colombia, uno podría decir no tanto que Uribe está obsesionado con la guerra sino que amplios sectores del país- de clase alta, media y popular- están obsesionados con el temor de la guerra. Esa obsesión es, en mi opinión, expresada en el famoso “Estado de Opinión”.

Lo lamentable es que tal estado de ánimo es impermeable a las ideas que alertan sobre el riesgo del autoritarismo. Y no estoy diciendo que estemos en un régimen autoritario –aunque muchos colombianos en las regiones vivan en condiciones de verdadera dictadura – sino que nos estamos enrumbando peligrosamente hacia él.

Al preguntarse en qué momento y por qué razón se instaló en tantos ciudadanos colombianos ese espíritu Hobbesiano, la respuesta obvia es que tal cosa ocurrió en el Gobierno de Pastrana y que fue una consecuencia del fallido proceso paz. La arrogancia de las Farc llenó de ira a muchos sectores sociales que en el pasado habían sido más tolerantes con la delincuencia política o por lo menos escépticos frente a la eficacia de las soluciones de fuerza.

Pero hay un factor adicional que explica el porqué tantos sectores urbanos – relativamente protegidos de las vicisitudes de la guerra- están poseídos por el espíritu belicista. La crisis económica que estalló durante el mismo gobierno de Pastrana.

La imagen emblemática de esa crisis es la de las familias de clase media, profesionales acomodados, que vendieron sus posesiones en Colombia para irse con su pequeña fortuna a buscar futuro en los países desarrollados. Esa crisis de origen multicausal fue atribuida también al proceso de paz y a la malevolencia de las Farc. Se incrementó así la percepción de letalidad de la guerrilla y se involucró en el miedo a la guerra a los sectores urbanos.

Uribe, con innegable talento político interpretó el temor, lo canalizó electoralmente y lo ha sabido mantener a lo largo de dos periodos presidenciales. La táctica para el mantenimiento del espíritu belicista ha sido mostrar incuestionables éxitos militares afirmando al mismo tiempo que la “culebra sigue viva”.

Por todo lo anterior, la riqueza de argumentos contra la reelección y las alertas contra los riesgos del autoritarismo han caído en suelo yermo. Esa circunstancia ha sido aprovechada por los áulicos del régimen para degradar el debate.

Véase sino lo que J.O.Gaviria – intelectual orgánico del régimen- opina de las ideas de los contradictores: “bobada”, “basura conceptual…que vomitan”; “Garrapatean a las carreras cualquier …columna”; “preguntan majaderías”; “comentan…. un sartal de chismes”.

Adicionalmente, califica a los contradictores de bigornia, que el diccionario de la lengua define como:“Gente pendenciera que andaba (¿o anda?) en cuadrilla para hacerse temer” . Y todo eso en una sola columna. De hecho es significativo que tal columna se denomine “¿quién les va a creer?”. Este título expresa como concibe JOG el debate político actual: es una cuestión de fe. A un lado, los herejes, profetas de la catástrofe; al otro, los ortodoxos, que han depositado toda su fe en el (único) gobernante iluminado, de inteligencia superior. La argumentación y la persuasión razonada están excluidas de las discusiones religiosas.

Muchos de los argumentos contra la reelección y las alertas contra el riesgo de autoritarismo, se apuntalan en añejas reflexiones de la teoría y la filosofía políticas. No son por tanto hipótesis descabelladas ni histéricas profecías catastrofistas. Son tesis cuya validez ha sido reiterada por la historia política. Pero frente a esas reflexiones la respuesta de los reeleccionistas es una hipótesis, esa sí, descabellada: ¡Uribe es diferente!

*Juan Carlos Palou es coordinador del área de Construcción de Paz y Postconflicto, de la Fundación Ideas para la Paz (www.ideaspaz.org).

Monday, October 05, 2009

El hambre y la guerra

El hambre y la guerra
Por Antonio Caballero


OPINIÓN
Como apuntaba Jaime Bateman hace 30 años, mientras haya gente que tiene que salir a buscar el desayuno con cuchillo, habrá guerra en Colombia.

Sábado 3 Octubre 2009

El omnipotente presidente Álvaro Uribe acaba de reconocer sus límites con respecto a la creciente inseguridad urbana, que no se le puede achacar únicamente a la incompetencia de los alcaldes. "No estamos en condiciones fiscales de atender los requerimientos de la fuerza pública en todas las ciudades", dijo Uribe en un Consejo de Seguridad, para explicar por qué no es posible seguir incrementando los efectivos policiales, insuficientes todavía pese a que en los últimos seis años han pasado de 112.000 a 145.000 hombres. En efecto, son las Fuerzas Militares las que se llevan la tajada mayor del ingente presupuesto de Defensa del gobierno, que asciende a casi 30 billones de pesos. Así pueden encargarse de la seguridad en el campo: la llamada "seguridad democrática" que constituye el puntal fundamental de la política uribista y que, según los uribistas, ha sido un éxito. Ya pueden volver a sus fincas.

Pero resulta que, en aparente paradoja, es esa misma "seguridad democrática" en el campo la que genera la inseguridad en las ciudades. Esta viene del éxodo campesino provocado por la guerra en el campo, y que suma entre tres y cinco millones de personas, según quien dé las cifras: un éxodo que no encuentra trabajo en las ciudades, en donde no lo hay ni siquiera para los citadinos, y en consecuencia tiene que vivir del rebusque y del delito. El Dane acaba de publicar cifras que, con todo y ser del Dane -o sea, maquilladas y edulcoradas-, resultan escalofriantes: calculan el desempleo absoluto en casi dos millones y medio de personas, e informan que más del 30 por ciento de la población activa se halla en situación de subempleo. La reforma laboral del primer gobierno de Uribe, que despojó a los trabajadores de tantas conquistas, no creó en cambio ni un solo puesto de trabajo nuevo.

Por eso señala El Espectador que, según "los expertos", la inseguridad urbana no se combate sólo con policía, sino también "dando adecuada respuesta a la problemática social de las capitales".

Lo cual es descubrir que el agua moja, que es lo que suelen hacer los expertos.

Tienen razón, claro. El agua moja. Traduciendo al lenguaje llano la expresión "problemática social" puede decirse: lo que dispara los índices de inseguridad es el hambre. Como apuntaba Jaime Bateman hace 30 años, mientras haya gente que tiene que salir a buscar el desayuno con un cuchillo, habrá guerra en Colombia.

Otros expertos subrayan también el factor del narcotráfico. También con razón. Pero es que también el narcotráfico, desde los pobres campesinos cocaleros y los miserables raspachines hasta los pescadores que desafían el océano Pacífico en semisumergibles artesanales, pasando por los sicarios de la mafia, es en buena medida producto del hambre. El narcotráfico -como el rebusque- es un paliativo del hambre: la única fuente de empleo, con el paramilitarismo y la guerrilla, y el crecimiento de las Fuerzas Armadas, que es segura en Colombia. La "oficina de correos" de Envigado debe de dar tantos puestos de trabajo como todo el "sindicato antioqueño". Y un frente de las Farc o una "banda emergente" emplean a tantos jóvenes como la más grande empresa del país.

Wednesday, September 30, 2009

La mojigatería se impone en Medellín

Juan Diego Restrepo


El proyecto equitativo de la Clínica de la Mujer se enfrentó al falso puritanismo y al conservadurismo



Qué vaina con muchos paisas. Tan modernos que se creen, tan desarrollados, pero a la hora de rubricar esos conceptos con acciones realmente trascendentales para favorecer a sus habitantes se atemorizan y corren a esconderse tras las sotanas de los curas y a defenderse con las páginas de su diario regional, que no deja de tener un aire de hojita parroquial.

Tan cosmopolitas que se creen muchos paisas, pero son incapaces de admitir que las mujeres de la ciudad deben tener su propia clínica, tal como lo propuso la administración municipal al recoger la iniciativa de varios sectores sociales e impulsar la construcción de la Clínica de la Mujer, una idea que surgió, según el alcalde Alonso Salazar, durante su campaña electoral, cuando intentando ganarse los votos de las mujeres, les escuchó la idea de tener centros especializados para la atención de la mujer por la peculiaridad de su anatomía, su fisiología y su manera de sentir y entender, que tuviera en cuenta sus particularidades en un contexto social conflictivo.

Fue tal el compromiso de Salazar que, como Alcalde, introdujo la propuesta en el Plan de Desarrollo Medellín es Solidaria y Competitiva y desde hace varios meses intenta ponerla en práctica. En varias oportunidades ha explicado que la Clínica de la Mujer “no solo será un centro de atención, sino que también será un centro de acumulación de conocimiento, de investigación y de multiplicación de la actividad formadora”. Reforzó su idea expresando que “lo que queremos hacer es una apuesta por la vida, la promoción y la prevención, pues somos plenamente conscientes de los derechos sexuales y reproductivos”. Y también dijo que en ese novedoso centro asistencial “acataremos las directrices del Estado y de la Corte Constitucional”.

De acuerdo con lo planteado en el proyecto de creación de la Clínica de la Mujer, sus servicios girarán en torno a tres ejes: la salud sexual y reproductiva, los problemas ginecológicos que de ella se derivan, la violencia y la salud mental. Además, se previó que incluyera la interrupción voluntaria del embarazo sujeta a lo estipulado en las normas que despenalizaron parcialmente el aborto en el país.

Pero la distorsión mediática propia del más enconado conservadurismo del periódico regional, ligado a la Iglesia Católica e imbuido de falsos puritanismos y perversa mojigatería, vendió la idea de que la Clínica de la Mujer sería un “centro de abortos”. De esa manera, han venido socavando un proyecto salud pública orientado a responder a las necesidades más sentidas de la mujer en términos de la prevención y de atención a distintas formas de violencia desde el cual se trata de darle a las mujeres una atención especializada propia de su condición femenina.

Desconociendo que es un proyecto pionero en el país a través del cual se pretende atender desde un enfoque de derechos y de género, las necesidades de las mujeres en materia de acceso a la salud en general y especialmente la salud sexual y reproductiva, los sectores más recalcitrantes de la sociedad paisa se han lanzado a promover su versión de la realidad, con todo el poder que les da verse reproducidos en las páginas de un diario que intenta imponer la moral entre la ciudadanía, sin tener el menor ápice de autoridad.

Si quienes cuestionan el propósito de construir la Clínica de la Mujer tuvieran la osadía de investigar a fondo el tema de la salud femenina de la ciudad los llevaría a ofrecer múltiples puntos de vista y a mostrar cifras realmente alarmantes. Según el Plan de Desarrollo de Medellín, la tasa de mortalidad femenina por maternidad es de 32.8, la de cáncer de cuello uterino es del 4.9, y de cáncer de mama es de 13.2. Todo agravado, según la Escuela Nacional Sindical, por la alta tasa de embarazo adolescente, que llega al 21 por ciento y las violencias basadas en discriminación de género contra las mujeres, las enfermedades cardiovasculares y situaciones de salud mental que las afectan.

Pero la distorsión mediática y la presión eclesiástica no sólo crearon una idea errónea de la Clínica de la Mujer, sino que llevaron al alcalde Alonso Salazar a echar para atrás el propósito de atender allí casos de interrupción voluntaria del embarazo. Así lo dio a conocer ante el Concejo de la ciudad, donde pidió separar ese tema del proyecto. Además, sacó del gabinete a las dos secretarias que impulsaban el tema: la de Salud y de la Mujer. Ganó, sin lugar a dudas, la mojigatería paisa.

¿De qué les sirve a los habitantes de Medellín tener una ciudad desarrollada y moderna si su pensamiento aún guarda más relación con épocas rurales que urbanas? ¿Para qué ser la ciudad “más educada” si ese concepto no ayuda a superar lo que el filósofo francés Gastón Bachelard llamaba “obstáculos epistemológicos”, es decir, todas aquellas trabas que impiden acceder a nuevas ideas? ¿Cuál es la utilidad de ser una de las ciudades con el mayor desarrollo de Internet si ese conocimiento no se aplica para modernizar las ideas y ampliar los márgenes de tolerancia, pluralismo y respeto?

Diversos sectores sociales en Medellín deberían entender que el desarrollo de la ciudad debe acompañarse de un pensamiento moderno, sustentado no sólo en la revaluación de viejas concepciones eclesiásticas, más propias de la Edad Media que del siglo XXI, sino en la apertura a nuevas perspectivas sociales y políticas, mucho más democráticas que las vividas en el pasado, cuando la mujer era absolutamente invisible en términos participativos y decisorios.

Lástimas que mientras en otros países la mujer adquiere su real dimensión de sujeto político, en Medellín la mojigatería les recuerda que no son dueñas de su propio cuerpo. De seguir así, el promocionado desarrollo de la ciudad siempre será incompleto.

* Juan Diego Restrepo es periodista y docente universitario

Tuesday, September 15, 2009

El fantasma de Pablo Escobar

Por María Jimena Duzán


OPINIÓN
Con las amenazas lo que se busca es impedir la extradición de una camada de capos que lleva asentada en el país cerca de 25 años.
Sábado 12 Septiembre 2009

Hace un mes y medio un altísimo funcionario de la embajada norteamericana visitó al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Augusto Ibáñez, para informarle de un asunto que lo tenía muy preocupado. Sin mayores rodeos, el alto funcionario de la embajada le hizo saber a Ibáñez que sus servicios de inteligencia en Estados Unidos le habían hecho llegar la información de que la mafia estaría planeando un atentado contra él y cuatro personas más: el vicepresidente de la Corte Suprema, Jaime Arrubla; el ex consejero de paz Camilo Gómez; Víctor G. Ricardo, y el senador de Cambio Radical Rodrigo Lara Restrepo.

Según esa altísima fuente de la embajada norteamericana, la persona que podría estar detrás de ese posible atentado sería Luis Guillermo Ángel, mejor conocido como 'Guillo' Ángel, uno de los 12 narcotraficantes que fueron indultados en 1993 por el gobierno Gaviria a cambio de su colaboración con la justicia en el desmantelamiento del cartel de Medellín que fundó y dirigió Pablo Escobar. Aunque Ibáñez denunció el hecho ante los medios, a los pocos días la noticia se esfumó en menos de lo que canta un gallo. Ningún medio investigó quién estaba detrás de estas amenazas y el gobierno ni siquiera se pronunció. Quién se iba a imaginar que en el gobierno de la seguridad democrática íbamos a reeditar episodios ocurridos hace más de 20 años, cuando la Corte Suprema denunciaba, como ahora vuelve a hacerlo, las amenazas de los narcotraficantes y ni el país ni el gobierno las escuchaban. O que el hijo de Rodrigo Lara Bonilla iba a estar en las mismas que su padre, 25 años después, denunciando la presencia de la mafia en el poder político sin que sus denuncias tuvieran mayor eco. Triste aceptarlo, pero en esas estamos.

De 'Guillo' Ángel se podrían hacer mil películas en Hollywood. Su mayor mérito es haber conseguido hacerse a dos identidades que han hecho leyenda. En la primera, 'Guillo' Ángel es un sobreviviente que ha ido echándole tierra a su pasado de narcotraficante y piloto de Pablo Escobar, según Gerardo Reyes en su último libro. A lo largo de la década de los 90 participó en importantes operaciones encubiertas organizadas por la aduana norteamericana, que contribuyeron al desmantelamiento de grandes redes de narcotráfico. En Colombia, él y su hermano Juan Gonzalo fungen en los altos círculos, como prósperos empresarios. Él como dueño de Helicargo, una empresa que resultó escogida por la oficina del entonces comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, para transportar en sus helicópteros a los narcoparamilitares que se desmovilizaron en la zona de Ralito, y su hermano como un influyente dueño de medios, es propietario de Cablenoticias y sus tentáculos de poder llegan hasta la Comisión Nacional de Televisión. Su cercanía con la familia Uribe es de tal calado, que fue uno de los invitados al matrimonio del hijo del Presidente.

El otro 'Guillo' Ángel es menos glamoroso, según se infiere de las informaciones provenientes de otros colaboradores de la justicia norteamericana, como Baruch Vega. En una carta pública que circula entre varios periodistas,

Baruch dice que 'Guillo' Ángel desempeñó sus funciones como informante de la aduana gringa, pero con el objeto de proteger y beneficiar el cartel del norte del Valle. A esos datos habría que agregarle otro, proveniente de lo que aseguran fuentes de la inteligencia colombiana, en el sentido de que uno de los próximos extraditados podría ser 'Guillo' Ángel.

Una cosa es evidente: sea quien sea el que está detrás de estas amenazas, lo que se busca es impedir la extradición de una camada de importantes capos de una mafia que lleva asentada en el país cerca de 25 años. Que ha sobrevivido a Pablo Escobar, a los 'Pepes', a los capos del norte del Valle y que hoy se encuentra afincada en el corazón de Antioquia y que, a diferencia de Pablo Escobar, es socialmente aceptada. Una mafia parecida a la que dio vida a Santiago Gallón, influyente caballista antioqueño que acaba de ser capturado con fines de extradición y a quien se le acusa de haber participado en el asesinato del futbolista Andrés Escobar. Para impedir su extradición, sus compinches narcoparamilitares del bloque Sureste -concebido de la nada para hacer entrar al narcotraficante 'Tuso' Sierra, pariente de Mario Uribe- están intentando decir que él formó parte de ese aparato paramilitar para vincularlo a la Ley de Justicia y Paz, y así impedir su extradición.

Salta a la vista que si la intimidación de la mafia colombiana sigue siendo la misma que hace 25 años, la sociedad colombiana ahora es más permisiva frente a este flagelo. Si Pablo Escobar viviera, estaría dándose un festín.

Monday, September 07, 2009

La compra del golpe de Estado

La compra del golpe de Estado
Por Antonio Caballero



OPINIÓN

Cuando por fin despierten del misterioso trance hipnótico en que están sumidos, van a ser muchos los que sientan vergüenza de haber sido uribistas

Sábado 5 Septiembre 2009




Hace ya más de ochenta años escribió Curzio Malaparte un librito muy leído entonces, titulado La técnica del golpe de Estado. Consideraba en él varios ejemplos, desde el 18 Brumario de Bonaparte hasta el incendio del Reichstag por Hitler, pasando por el Octubre Rojo de Lenin y Trotsky y por la Marcha sobre Roma de Mussolini. No registró otro método, que es el que estamos viendo ahora en Colombia practicado por Álvaro Uribe en su empeño de tercera elección presidencial consecutiva: la compra por cuotas.
Primero se compraron las firmas que piden el referendo reeleccionista, volándose los topes establecidos por la ley y con el añadido pintoresco de confiar el transporte de las valiosas papeletas al cuidado de la 'pirámide' ilegal de David Murcia. A continuación, y para que aceptaran la 'conciliación' sobre la alteración ilegítima de la pregunta, hubo que comprar también los votos de los parlamentarios. Así se hizo con notarías, con contratos, con consulados y embajadas, hasta con plata en rama. Falta la venia de la Corte Constitucional. Hace cuatro años aceptó la dudosa legalidad de la reforma constitucional que permitió la primera reelección de Uribe, también comprada por cohecho; los magistrados tuvieron miedo de torear la culebra del uribismo armado, y se inclinaron. Y esta Corte de ahora está más amansada que la de entonces, de modo que, tras una ficción de forcejeo para la galería, declarará exequible constitucionalmente el engendro referendario.

Sólo faltan los votos.

Se parte, desde luego, de un núcleo de uribismo de convicción, ciego a la realidad. Unos cuantos millones de personas que se empeñan en creer que los gobiernos de Uribe han traído o al menos están trayendo la paz a Colombia, negándose a ver que, por el contrario, han agravado la guerra y sus secuelas de desplazamiento forzoso y consiguiente inseguridad en las ciudades en donde se refugian los que huyen de la violencia del campo. Unos cuantos millones de personas que no quieren ver el fracaso general de todas las políticas emprendidas en estos últimos siete años: el crecimiento de la violencia y de la inseguridad, de la pobreza y de la indigencia absoluta, del desempleo, del despilfarro, de la corrupción. Cuando por fin despierten del misterioso trance hipnótico en que están sumidos, de esa morbosa fascinación por el abismo en el que están hundiéndose, van a ser muchos los que sientan vergüenza retrospectiva de haber sido uribistas. Hablo de la gente común. Que los políticos comprados o los empresarios premiados con gabelas tributarias sean uribistas, se entiende: su interés está ahí. Pero no que lo sea la gente común, digo, que no le debe nada a Uribe, sino la agravación de todos sus problemas.

Pero el caso es que siguen faltando votos.

Ya se han comprado muchos, claro. Esos voticos ya amarrados de los millones de empleados públicos que creen que Uribe va a seguir por lo menos cuatro años más, y así ayudan a que siga. Los de las dos millones setecientas mil 'familias en acción' que reciben mensualmente su ayuda pecuniaria. Los de los favorecidos por los cheques y los créditos que Uribe reparte personalmente a puñados en sus consejos comunitarios retransmitidos por la televisión, como un Niño Dios que trae regalos. Y cuenta la prensa, enternecida (o tal vez comprada también ella por el espejismo prometido de un Tercer Canal), que Uribe, pese a estar recluido en su cuarto de enfermo, presidió 'virtualmente', por teleconferencia, la piñata de cuatro mil millones de pesos en créditos del Fondo Nacional de Ahorro feriados el jueves por la noche en el Palacio de los Deportes.

Y sin embargo los estrategas de la reelección uribista no las tienen todas consigo. Recoger siete millones trescientos mil votos no es tarea fácil, y menos aún cuando existe la previa convicción entre los electores de que Uribe ya ganó. Por eso se les ocurren nuevas estratagemas: hacer votar el mismo día el referendo contra los violadores (para que la gente, confundida, vote de paso por el violador de la Constitución). Sumar además las elecciones parlamentarias, para movilizar también los clientelismos regionales y locales. Y, finalmente, reformar el censo electoral, para reducir la masa de votos necesarios para que sea aprobado el referendo.

Y si pese a todo la cosa no funciona, en el librito de Malaparte hay más recetas.

Monday, August 31, 2009

El pobre Uribe

Por Antonio Caballero


OPINIÓN
Decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad.
Sábado 29 Agosto 2009

Pobre presidente Álvaro Uribe, él solito contra todos en gavilla en la reunión de Unasur, en Bariloche. Pobre, pero ¿quién le manda? Ah: es que la discusión era justamente esa: le mandan los Estados Unidos. La discusión consistía en saber si la seguridad "contra el terrorismo y el narcotráfico" consiste en ponerse bajo el ala protectora y la garra rapaz de los

Estados Unidos, o no. Uribe dice que sí. Los demás dicen que no. El presidente ecuatoriano Correa dice que "la lógica, la razón y la historia" dicen que no. Y tiene de su lado a la lógica, la razón y la historia.

Es ahí donde reside la soledad del presidente Uribe, pobre: en que su postura está contra la lógica, la razón y la historia (aunque a favor de los Estados Unidos, los cuales, fieles a su costumbre, lo dejaron solo). Los demás asistentes a la reunión de Bariloche podían hablar tranquilos: decían lo que pensaban. Uribe no: Uribe -pobre, pero quién le manda- estaba obligado a decir mentiras.

Decía el brasileño Lula (pues la reunión era así, desabrochada: todos se trataban por su nombre de pila, e incluso al pobre Uribe le decían "compañero"), decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad. Y por eso, coherente consigo mismo, Lula no dijo nada. Pero también con razón decía el peruano Alan García lo contrario: "Que haya luz y taquígrafos". O sea: que se digan las cosas. Y con razón la chilena Bachelet pedía "transparencia", y el paraguayo Lugo aseguraba que cuando no hay nada que ocultar las cosas pueden ser dichas.

Y el venezolano Chávez tenía también razón al afirmar, con absoluta convicción y ajustándose a la más sobria realidad, que no hay por qué creerles a los gobiernos de los Estados Unidos, que desde hace ya dos siglos no han hecho más que mentir (como, por otra parte, todos los gobiernos, incluyendo al de Chávez),y que un imperio es un imperio y tiene intereses imperiales. Obviedades, pero ciertas: lo obvio suele ser cierto. Y no tenía razón, pero podía decirlo con toda impunidad, porque la demagogia patriotera suele ser impune, que si San Martín y que si Bolívar y que si Artigas y que si el Arauca vibrador.

Y más razón que ninguno tenía el ecuatoriano Correa cuando explicaba, esta vez sin descomponerse, que donde hay guerra es en Colombia, y no en los vecinos; y que donde se produce droga es en Colombia, y no en los vecinos; y que la definición de quién es narcotraficante y quién es terrorista no se puede dejar al arbitrio del gobierno de los Estados Unidos porque cualquiera puede acabar siendo definido así, si a los Estados Unidos les conviene.

En cambio el pobre Uribe... Al pobre Uribe le tocaba decir, a sabiendas de que lo que decía no era cierto, que entre los Estados Unidos y Colombia hay "igualdad soberana", por ejemplo. Y que las bases militares no son bases militares. Y que la guerra contra el narcotráfico se va ganando, gracias al "esfuerzo eficaz" y a la "colaboración útil" entre los gobiernos de Colombia y los Estados Unidos. Y que Colombia "respeta su Constitución" (¡que lo diga él, que la ha cambiado dos veces...!) y por eso no habrá "tránsito de tropas". Y que la transparencia (¡que lo diga él...!) es condición necesaria de la legitimidad. Y que "estos flagelos", y que "la protección ecológica de la Amazonia", y que patatín y que patatán.

Al lado del pobre Uribe estaba sentado el aún más pobre canciller Bermúdez, a quien le temblaban las manos, pobre.

Escribo esta columna sin saber en qué paró la cosa, porque la tengo que entregar ya. Y los Jefes y Jefas de Estado reunidos en Bariloche (porque, eso sí, la verdad no importará, pero la corrección de género es sagrada) acaban de decidir hacer un receso. Pero no creo que pase mucho -salvo en el caso de que el pobre Uribe tome la salida que le sugirió el peruano García: salirse de Unasur-. Así que la reunión, más que por lo que en ella se dijo, se puede describir por lo que en ella se vio. Y lo que se vio es que mientras el pobre Uribe peroraba, los demás presidentes estaban almorzando. Y que mientras todos los demás bebían agua, el pobre Uribe y su pobre canciller tomaban Coca-Cola, la nuestra.

Monday, August 17, 2009

Puro Realismo

Puro realismoPor Antonio Caballero


OPINIÓNEsas bases en el mundo no tienen por objeto combatir el narcotráfico o el terrorismo, sino defender los intereses imperiales de Estados Unidos
Sábado 15 Agosto 2009

Recordaba pertinentemente Hugo Chávez en su entrevista a RCN que los Estados Unidos nunca han permitido que sus tropas estén bajo mando extranjero, ni siquiera en las misiones de Cascos Azules de la ONU. Con lo cual la afirmación de que en sus nuevas bases en Colombia se someterán a la autoridad de los oficiales colombianos no pasa de ser un? chiste. Recordaba también la lista interminable (o no terminada todavía) de gobernantes de América Latina derrocados por intervenciones militares gringas. Pues el imperio norteamericano -y en eso también tiene razón Chávez- tiene intereses superiores a los de su timonel de turno: Barack Obama es una anécdota.

Y esos intereses no pasan por los pretextos aducidos para la instalación de las bases, como fingen creer quienes las defienden: la ayuda a los gobiernos locales para combatir el terrorismo, y la ayuda para combatir el narcotráfico.

La ayuda contra el terrorismo -o sea, en el caso colombiano, la intervención en la guerra interna contra la subversión de las Farc- estaba explícitamente excluida del Plan Colombia tal como se firmó en tiempos de Andrés Pastrana y Bill Clinton. Sólo empezó a operar, bajo George Bush (y Pastrana: y creo recordar que sin consulta al Congreso), tras los ataques contra las Torres Gemelas de Manhattan, en 2001, cuando el gobierno norteamericano proclamó la "cruzada global contra el terrorismo": con el resultado, visible para quien quiera verlo, de que el terrorismo se ha multiplicado en el mundo. Pues en todas partes las guerras internas se agravan cuando los Estados Unidos deciden "ayudar": hasta en Irlanda.

En cuanto al narcotráfico, no está en los intereses de los Estados Unidos el acabar con él. Siempre han dicho, por lo demás, que sólo pretenden reducirlo a la mitad (con el consiguiente efecto de encarecer la droga, mejorando así el negocio de las mafias que la controlan); pero ni eso han conseguido. Como le recordaba Chávez, también pertinentemente, a la falsa ingenua Vicky Dávila de RCN, donde llegan las tropas gringas se dispara el consumo de droga. Y en cuanto a la producción, ¿se ha visto -por ejemplo- que la de opio haya disminuido en Afganistán desde que el gobierno de Bush les declaró la guerra (que sigue) a los talibanes? Al revés: se ha multiplicado. No sobra recordar que el consumo masivo de drogas es una invención norteamericana, que data de los tiempos de la guerra del Vietnam. Y, de pasada, que el negocio de la droga comenzó en Colombia -en los tiempos bucólicos y casi incruentos de la bonanza marimbera de los guajiros y los samarios- de la mano de los pilotos gringos veteranos del Vietnam que hicieron los primeros embarques. Y, por otra parte, treinta años de experiencia enseñan -o deberían enseñar a quien no esté voluntariamente ciego- que la guerra contra la droga es un completo fracaso, y ha agravado el problema en lugar de resolverlo.

Los que afirman, con aparente seriedad, que esa batalla se está ganando en Colombia, ¿es que no miran en torno? ¿Es que el elefante de la droga se mueve sigilosamente "a sus espaldas", como decía Ernesto Samper cuando descubrió que había ganado la Presidencia comprando las elecciones con dinero del cartel de Cali? Álvaro Uribe, al pedirles a sus parlamentarios que le votaran sus proyectos "antes de ir a la cárcel", reconoció tácitamente que también él le debía su presidencia a la droga: a los votos que los narcoparamilitares les pusieron a los candidatos del uribismo, y por supuesto a Uribe mismo, en las regiones rurales. Cualquiera que quiera ver ve que la droga sigue siendo el eje de la economía y la política colombianas. ¿O es que de verdad cree alguien que sólo las Farc la manejan? No, también las Farc. Y en cuanto a los que dicen, también con aparente seriedad, que gracias a la ayuda gringa (de la base de Manta en el Ecuador) se han podido hacer grandes incautaciones de droga que salía de Colombia rumbo a los Estados Unidos, en esas aguas territoriales colombianas cuyo control les debió Samper a los norteamericanos para que no se lo llevaran preso por narcotraficante, como habían hecho con el panameño Manuel Antonio Noriega ¿es que no se les ha ocurrido que sería más fácil -o por lo menos igual de difícil- hacer esas incautaciones en aguas norteamericanas, a la entrada, y desde bases en territorio norteamericano? Porque la droga sale de aquí: pero entra allá.

No: las bases militares norteamericanas -un centenar en todo el mundo- no tienen por objeto ayudar a perseguir el terrorismo ni ayudar a combatir el narcotráfico (al margen de que cuando lo hacen agrandan el problema). Tienen por objeto, desde la de Diego García en el océano Índico o la de Rota en España hasta la de Palmerola en Honduras y la de Palanquero en Colombia, defender los intereses imperiales de los Estados Unidos. Y esta defensa ha requerido numerosas invasiones a países latinoamericanos y aún más numerosos golpes militares (el más reciente es el de Honduras, hace un mes), como deberían saber los que defienden las bases, a la vez que niegan que sean bases.

Y si se engañan ellos mismos creyendo que el imperio es su amigo, que recuerden la suerte corrida por quienes se creían amigos del imperio: Mobutu del Congo, el Sha de Irán. Hasta Saddam Hussein de Irak se creyó su amigo cuando le dieron armas para que le hiciera la guerra a la Revolución Islámica de su vecino Irán: una guerra que a los dos países les costó millones de muertos.

Tiene razón Hugo Chávez cuando teme que las bases en Colombia tengan algo que ver con su Revolución Bolivariana. Lo laman paranoico. Es sólo realista.

Monday, August 10, 2009

La hecatombe va por dentro

La hecatombe va por dentro
Por Hugo Acero*

¿Quién iba a creer hace algunos meses que la hecatombe que justificaría la reelección del Presidente Uribe se iba a originar desde el interior del propio Gobierno?

La infiltración del paramilitarismo en el DAS desde las épocas de Jorge Noguera, las “chuzadas” y seguimientos a los miembros de la Corte y a los opositores del Gobierno”, “los falsos positivos” y el manejo poco ético de los negocios de los hijos del Presidente han provocado una verdadera debacle, que seguramente no evitará la reelección si el Presidente insiste en ello. Pero que dejará graves cuestionamientos sobre la legitimidad y credibilidad del futuro gobierno en escenarios nacionales e internacionales, con consecuencias hasta ahora impredecibles para la gobernabilidad del país y para la democracia.
Frente a estas situaciones, me niego a creer que el Presidente no sabía lo que estaba pasando, que nadie le había advertido sobre los nexos y relaciones del señor Noguera con miembros del paramilitarismo y sobre la manera como puso a disposición de estos criminales al DAS. No se puede creer que algunos funcionarios de esta Institución se movieran como “ruedas sueltas” chuzando y realizando seguimientos a los miembros de la Corte y a los opositores del gobierno y que además, estas ruedas sueltas, se reunieran con funcionarios de Palacio y el Presidente no estuviera enterado.

No se puede creer que los ministros no supieran que los hijos del Presidente estaban tras algunos negocios de la nueva Zona Franca y menos aún, creer que el Presidente no supiera de los negocios de sus hijos y de las consecuencias ético-políticas que esos comportamientos le podían acarrear.

Tampoco se puede creer que la exigencia de bajas en contra de las guerrillas, que se contabilizaban todos los meses y sobre las cuales se deba reconocimientos, no fue lo que provocó los “falsos positivos” que realizaron algunos militares deshonestos. Es imposible que el Presidente, que hasta hace algunos meses, en materia de seguridad y de gobierno, todo lo sabía y todo lo controlaba, hoy no diga nada sobre estos problemas, como si no supiera qué estaba pasando.

Si en Colombia no aceptáramos como normal “el todo vale”, si no estuviéramos dispuestos “pa las que sea”, nos importaran más los medios que los fines y nuestra democracia fuera por lo menos moderna, el Presidente, como máximo representante del Estado, nos tendría que decir si ordenó chuzar y realizar seguimiento a los miembros de la Corte y a miembros de la oposición.

Menos podría guardar silencio, como hasta ahora lo ha hecho, y en cambio, solicitaría a la justicia que investigue y le facilitaría su trabajo sin declaraciones públicas que ponen en duda su imparcialidad y emprendería una reforma profunda del DAS, así tuviera que dejarlo por un tiempo inactivo; total, es mejor que tener la desconfianza permanente sobre la transparencia del trabajo de esta institución.

Así mismo, dejaría que las investigaciones sobre los “falsos positivos” llegaran hasta las últimas consecuencias, como un mecanismo importante para fortalecer la credibilidad de las instituciones armadas y les pediría a sus hijos que no hagan lo que no le gustaría que hicieran los hijos de los gobernadores y de los alcaldes.

El anterior párrafo está escrito más con el deseo que con la objetividad que impone esta coyuntura. Sin embargo, si se quiere de verdad salir de estos problemas con un saldo a favor de las instituciones, de la democracia y del bienestar de los ciudadanos se requieren respuestas audaces que antepongan el interés general frente al interés personal.

La hecatombe ya llegó, pero no llegó de afuera sino al interior del propio Gobierno y está jugando en contra de las instituciones, de la imagen del país y de nuestra, cada vez más, incipiente democracia.

Wednesday, April 01, 2009

Resistencia Civil

Resistencia civil

Por Antonio Caballero

En la Unión Soviética se hacía lo mismo con los disidentes: los curaban encerrándolos en hospitales siquiatricos

Sábado 21 Marzo 2009

Hay los problemas que provoca la droga. Y hay además los problemas, infinitamente más graves, que provocan las autoridades con el pretexto de solucionar los problemas que provoca la droga. El primero de ellos es el de la prohibición y consiguiente guerra, con su secuela de sangre, corrupción y destrucción. Y como ñapa, el presidente Álvaro Uribe propone por quinta vez la supresión de la "dosis personal" de los adictos, que sirve para distinguir al inofensivo usuario de drogas del peligroso narcotraficante.

No es una simple idiotez, como parece al escuchar los argumentos que defienden la medida, demagógicos y paternalistas, de santurronería oportunista, pero en el fondo de intención liberticida, como suelen ser siempre las iniciativas de las autoridades cuando acuden al principio de la defensa de la moral. Existe en la hipócrita Arabia Saudita un 'Comité para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio' del cual depende un cuerpo de Policía de costumbres que espía, encarcela y castiga con látigo a quien es sorprendido bebiendo, blasfemando o fornicando. Para allá quiere llevarnos el capataz de esta finca, que ya abandonó el guaro por las goticas homeopáticas y ya aconsejó a los jóvenes posponer para la vejez lo que él llama "el gustico". Quiere que todos sus súbditos, como él, seamos buenos a la fuerza.

Y anuncia su viceministro de Justicia, Miguel Cevallos, que el asunto es más sutil. Al que sea sorprendido consumiendo droga no se le castigará como a un delincuente, sino que se lo tratará como a un enfermo mental. Será puesto por sus captores a disposición de un tribunal especial en el que un juez, asesorado por médicos y sicólogos, le impondrá un tratamiento para su vicio o adicción, obligatorio, y, de acuerdo con la gravedad del caso, con privación temporal de la libertad. Temporal, en principio. Pero ¿y si a pesar del tratamiento a base de drogas, es de suponer- el enfermo nada que se cura? ¿Cadena perpetua? Por otra parte, un millón y medio de colombianos consumimos o hemos consumido drogas (hasta aquel otro paisa abstemio que tuvimos, Pablo Escobar, fumaba marihuana): ¿darán abasto los tribunales especiales del viceministro Ceballos?

Pero la droga, como dije al principio, es sólo el pretexto. El objetivo es otro, como lo señalaba hace unos días en El Espectador el columnista Daniel Pacheco. "Lo que plantea esta nueva ley -escribe Pacheco- es que el Estado es la instancia superior que determina quién es normal y quién es anormal. Después de la droga puede seguir la regulación de la sexualidad, la apariencia física y las ideas, 'por el bien de la sociedad'".

Pues el proceso es el mismo que describe la vieja fabulita didáctica que durante 50 años fue atribuida a Bertolt Brecht (y de la cual gracias a Internet hasta los más ignorantes sabemos hoy que es de un ignoto pastor protestante): la fabulita sobre lo que les pasa a los otros. "Cuando se llevaron a los comunistas no me importó, porque yo no era comunista; cuando se llevaron a los judíos..." etc. El gobierno de Uribe por ahora sólo propone tratar como locos a los drogadictos. En los años finales de a Unión Soviética se hacía lo mismo con los disidentes: en vez de castigarlos enviándolos a Siberia, los curaban encerrándolos en hospitales siquiátricos.

Pacheco, que por lo visto es un entusiasta, concluye su columna con una invitación a sus lectores para que "pasen a la acción" y vayan a manifestarse este jueves que viene en la Plaza de Bolívar de Bogotá, a las 6 de la tarde, portando cada cual su "dosis de personalidad". Tiene razón. Como la tenía el autor de la fabulita. La libertad se construye y se mantiene mediante la resistencia civil contra el poder.

...

NOTA que algo tiene que ver con lo anterior. Alguien debió decirle por fin a la Secretaria de Gobierno de la Alcaldía Mayor que el verbo "ver" no se conjuga con zeta. Y ahora por lo menos respetan la ortografía en los anuncios de prensa con los que, al paso que compran la benevolencia de la prensa, incitan a los ciudadanos a delatar a los niños que vean fumando ante el número de emergencias 123 (¿unodostrez ). ¿Qué harán después con ellos? En el caso hipotético de que en el 123 contesten ¿se llenarán de niños fumadores los manicomios de Colombia?