Thursday, May 25, 2006

¿Cuántos periodos?

¿Cuántos periodos?

Por Moritz Akerman
¿Tendremos reelección en la primera vuelta? Parece que esta es la única incertidumbre y pregunta del debate electoral que termina. La realidad es que no ha habido un gran debate, más bien se rehuyó el debate y asistimos a la ratificación o a la prolongación del periodo de un Presidente que goza de amplia simpatía. Insistimos -aunque el derecho y los hechos hagan inane este planteo- que para el propósito de prolongar la Presidencia de Álvaro Uribe no hubiese sido necesario una reforma constitucional que permitiera la reelección. Se hubiese podido, con menores riesgos, prolongar su periodo. Ya veremos en el futuro, cuando el Presidente sea un hombre de izquierda o un populista, como tantos otros en Latinoamérica, el "arrepentimiento" de los líderes de opinión y de los empresarios -que por los beneficios inmediatos en seguridad o en tributación y ventajas para la acumulación de grandes ganancias sin ninguna demanda estatal que presione en parte su redistribución. Llorarán no haber defendido la estabilidad y la continuidad constitucional. Porque aquí lo que ha habido es connivencia para el cambio de un "articulito", para hacer la Constitución a la medida de un hombre.Y los que ahora, felices, tienen en Uribe su hombre, su caudillo, muy posiblemente comprenderán que la Constitución es una institución que justamente busca separar la democracia del ejercicio personal para colocarla en función del ejercicio institucional.Aun más, ahora les resulta insuficiente un segundo periodo, y oímos las voces de distintos parlamentarios y jefes políticos del uribismo ensillando ya para una nueva reforma constitucional que prolongue, por tercera vez, el mandato del Presidente Uribe. Si esto no es semejante al fujimorismo -conozco del rechazo cuando se hace esta comparación- entonces, o nos estamos idiotizando o no alcanzamos a tener comprensión de ese demiurgo, de ese nirvana, sólo asequible a los profesos del uribismo. Y no hemos encontrado ninguna manifestación ni del candidato Presidente, ni de los atemorizados jefes de los partidos uribistas que descalifiquen esta nueva intención de contenido claramente caudillista y que termina de romper con el espíritu de la Constitución del 91. Este caudillismo, en Venezuela, se ve como la negación de la democracia y aquí se ve como la panacea de la misma. Pero ni aquí ni allá hay caudillo que dure cien años, ni país que lo resista.Sí, la simpatía por los logros en seguridad y esa particular forma como el Presidente Uribe ha interpretado el inmenso rechazo que sentimos los colombianos a la guerrilla, a los paramilitares y a todo forma de violencia organizada que nos ha desnaturalizado personal y socialmente, es lo que ha permitido una reelección a prueba de toda suerte de escándalos e insucesos. El llamado 'efecto teflón' del presidente Uribe no es nada más que la coincidencia con la ética y la cultura, con el lenguaje y los símbolos, de la mayoría de los colombianos que para la obtención de un fin nos permitimos algunas licencias éticas y culturales, en una interpretación muy particular de la Ley y los derechos humanos.En cualquier país de democracia consolidada, escándalos como los del Das y tantos otros más, como la reciente eliminación de un cuerpo elite de policías pondrían en cuestión la prolongación de una Presidencia que evade la responsabilidad política que le incumbe. A los colombianos nos tiene que aterrar lo que pasó con este grupo elite de la Dijín, preparado durante años en la confrontación al narcotráfico y con la asistencia solidaria y el intercambio técnico con otros organismos de policía internacional. Estos "errores" parecen estar mostrando el reposicionamiento del narcotráfico y la penetración en distintos organismos del Estado. Se va haciendo natural el clima de cohabitación con el narcotráfico. Es preocupante que se prolongue el periodo presidencial del doctor Uribe, jugando con la Constitución, pero lo que en verdad debe ser alarmante -para todos los colombianos y para la Comunidad Internacional, que solidariamente busca erradicar este flagelo- es el que se vayan haciendo naturales, consuetudinarios, estos insucesos porque finalmente la costumbre genera la Ley. Ese no pude ser el país que dejemos a nuestros hijos.