Tuesday, March 18, 2008

Se les fue la mano

Se les fue la mano

Por Pascual Gaviria Uribe
Parece que las Farc nos han contagiado algunos modales dignos de sus campamentos de barbarie y han traído su estado de naturaleza hasta la puerta de nuestro estado de derecho. Las minúsculas son merecidas. Una pequeña purga guerrillera de medianoche ha puesto en evidencia que nuestro Gobierno puede actuar según los métodos de un clan sórdido y amenazado. La galería ha celebrado la decisión de pagar al mercenario de turno: simple prestación de servicios, dicen las almas prácticas. Y los funcionarios se han dedicado, con imaginación y sin pudor, a inventar un régimen de excepción para el verdugo de verdugos.
El vicepresidente dijo que el pago era lícito porque generaba presión sobre las Farc y nos conducía al escenario de su posible fin. Y trajo el recuerdo de Pablo Escobar para construir una analogía infantil con dos cabezas sobre la balanza. Intentando borrar los escrúpulos con el miedo. La presidenta del Congreso quiere que la plata se entregue pronto, antes de que los posibles traidores no se desanimen. Y el fiscal, siguiendo la lógica de las bondades del homicidio según sobre quién se practique, dijo que no investigará al verdugo de Iván Ríos y justificó su decisión con un razonamiento que he oído en algunas galleras, sobre todo en las más peligrosas: en vista de que para las Farc la vida no vale nada, el homicidio en sus cambuches resulta ser una conducta inocua. Un simple juego de locos. Luego se dio cuenta de que sus argumentos jurídicos estaban a la altura de un sargento e intentó corregir su caso poniendo a alias Rojas dentro de las causales de justificación. Pero es muy difícil que el miedo insuperable que alega el fiscal para su "defendido" pueda conjugarse con la sangre fría. Rojas actuó más como un hombre ambicioso que como un hombre desesperado. Y el fiscal actúa como un simple compinche del Gobierno, intentando evitar una extravagancia en la que el Ejecutivo impone una medalla en el bolsillo de un asesino mientras los jueces imponen una condena.
La entretenida discusión sobre el botín y los detalles macabros del trabajo de los dactiloscopistas ha relegado los verdaderos dilemas a la jerga de los abogados. Convirtiendo las obligaciones obvias de todo estado en un tema de leguleyos aguafiestas a quienes les da por mirar un código cuando se trata de cantar victoria. Sin embargo es bueno recordar que esa lógica del buen muerto fue la semilla del paramilitarismo y la justicia privada. Yair Klein, quien será extraditado desde Rusia en unos días, debe estar pensando en las nuevas oportunidades de trabajo en el país. Colombia no necesita imponer la pena de muerte sino abolirla, según una vieja fórmula que ha llegado hasta el graffiti. Incluso, para que lo recuerde Pacho Santos, la Corte Suprema prohibió en su momento las propagandas que ponían precio a la cabeza de los narcos y terminaban con un sonoro vivo o muerto. Lo que hace el Gobierno al pagar la recompensa es premiar a un guerrillero por actuar como paramilitar. Hasta los gringos desaprueban a los mercenarios en su nuevo viejo oeste de Afganistán. En el 2004 fueron arrestados tres caza-recompensas norteamericanos que intentaban con sus propias cuerdas, colgando de los pies a sus "prisioneros" en una casa cárcel privada, encontrar información que los llevara hasta el millonario turbante de Osama.
Mientras tanto en Colombia hemos terminado convencidos de que sólo el premio a la osadía de algunos verdugos nos traerá la salvación. No queda más que comulgar con la sentencia amarga de H. L. Mencken: "Todo hombre decente se avergüenza del gobierno que lo rige". Advirtiendo que los aforismos de un cínico están siempre más cercanos a la burla que a la indignación

Monday, March 17, 2008

La sordidez


La sordidez
Las autoridades han conseguido corromper a los colombianos hasta el tuétano al convencerlos de que todo se compra, todo se paga, todo se vende.

Dice 'Rojas', el delator, el colaborador de las autoridades, el infiltrado, el traidor, el buen ciudadano, como quieran llamar al guerrillero que mató a su jefe 'Iván Ríos' y quiere cobrar la recompensa de cinco mil millones de pesos que ofrecía el gobierno:
-Pues a ver: si se habla, se cumple. No más.No hay más que hablar, en efecto. Se paga. Porque ahora a 'Rojas' le quieren escamotear el premio prometido con el pretexto leguleyo de que no estaba contemplada la posibilidad de cobrarlo por un cadáver (o dos), sino sólo por la información que condujera a las autoridades a una captura (o a un cadáver). Ahora le dicen a 'Rojas', para ponerle conejo, que no leyó la "letra pequeña" del cartel de 'Se busca', la parte que decía "aplican restricciones", como en las mentirosas ofertas de gangas para incautos. Y dice el presidente Álvaro Uribe que habrá que esperar los resultados de las investigaciones a ver si se paga o no, porque "Colombia es un Estado de derecho que no estimula masacres". Hipocresía. Cuando se le pone precio a la cabeza de alguien, como ha hecho el gobierno con los miembros del Secretariado de las Farc, de antemano se sabe que eso puede tener consecuencias sangrientas. Judas no cobró sus treinta monedas simplemente por darle un beso a Jesús, sino porque ese beso permitió que lo crucificaran.

Así que tienen que pagar. Si no le pagan a 'Rojas' la recompensa ofrecida se les viene abajo todo el sistema de compra de lealtades y pago de traiciones que han montado para luchar contra la guerrilla y (desde los tiempos de la presidencia de César Gaviria) contra el narcotráfico, y que, según el consejero para la Reintegración, Frank Pearl, "ha sido muy efectivo".
Ahora: también tiene que juzgar a 'Rojas' por asesinato. No puede salir el fiscal general Mario Iguarán a decir, como ha dicho, que '' en principio no habrá imputación de homicidio'' por atenuantes risibles en este caso como el de '' miedo insuperable''. Ni puede decir el Fiscal, como ha dicho, que ese miedo obedece a que en la guerrilla "la vida no vale nada", cuando están pagando cinco mil millones de pesos por ella. Si no juzgan a 'Rojas' (y después ya verán los jueces si lo condenan o no) se les termina de venir abajo también el aparato de la justicia penal en Colombia, ya muy maltrecho por cuenta de las reformas: el regateo de penas, los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, los aún más escandalosos que ahora están proponiendo el comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo sobre la excarcelación para culpables de crímenes atroces.
Y lo que ya se vino abajo por completo, precisamente a causa de la utilización de métodos perversos como la delación pagada, es la moral de los colombianos. Las autoridades han conseguido corromperlos hasta el tuétano al convencerlos de que todo se compra, todo se paga, todo se vende. El aplauso casi general con que ha sido recibida la traición de 'Rojas' a su jefe guerrillero muestra la extensión y la profundidad de esa desmoralización de la sociedad. Desmoralización entendida no en su aspecto, digamos, militar: como la pérdida de la decisión de combatir; sino en la civil: la pérdida del sentido moral, de la capacidad de distinguir el bien del mal. Salvo cuando nos pagan por ello. Nos han vuelto moralmente ciegos. Mezquinos. Sórdidos.
Decía el poeta Porfirio Barba-Jacob:
"Hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos como la entraña oscura del oscuro pedernal.La noche nos sorprende con sus profusas lámparas En rútilas monedas tasando el bien y el mal".Y fíjense ustedes que así es. En esas estamos.

Monday, March 10, 2008

El todo vale no sirve

El todo vale no sirve
Lo que garantiza la paz continental es el principio interamericano de no intervención, y no su ignorancia deliberada

El gobierno de Álvaro Uribe ha decidido usar contra las Farc "todas las formas de lucha", para decirlo con la frase de las propias Farc. La cooperación internacional (con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos, el Reino Unido e Israel) y el enfrentamiento internacional, (con los gobiernos del Ecuador y Venezuela); los bombardeos desde lejos (?) y la recuperación de cadáveres "en caliente"; las verdades obvias (las Farc secuestran y asesinan) y las mentiras absurdas (una especialmente cómica: "las Farc tienen armas de destrucción masiva", afirmó el vicepresidente Francisco Santos en Ginebra); los recursos más crudos de la arbitrariedad ilegal (el ministro Juan Manuel Santos explicó por qué los guerrilleros muertos merecían la muerte, como si aquí existiera la pena de muerte) y los de la legalidad más rebuscada (uno especialmente cómico: el presidente Uribe amenazó con denunciar penalmente a su colega Hugo Chávez de Venezuela por incitación al genocidio); la ley (el principio interamericano de no intervención para protestar contra la de Venezuela en Colombia) y la violación de la ley (la intervención armada de Colombia en el territorio del Ecuador). Todas las formas de lucha. Para este gobierno, todo vale. Y todo sirve.
No es el primero, por supuesto. Todos sus predecesores han actuado de la misma manera. Antes de que las Farc acuñaran la expresión de la "combinación de todas las fuerzas de lucha" ya los gobiernos de Colombia las habían usado contra ellas. Baste con un ejemplo: cuando exterminaron a los militantes de la Unión Patriótica, que hacían política sin armas, le quitaron la personería jurídica a la Unión Patriótica con el pretexto legal de que no contaba con los suficientes militantes. Pero el gobierno actual lo hace con más crudeza todavía que sus predecesores porque cuenta con el aplauso ciego de la muchedumbre, alimentado por dos cosas: los repugnantes excesos de las propias Farc, que han conseguido que nazca en el corazón de muchos un pequeño paramilitar; y la irritante intervención "bolivariana" del gobierno venezolano de Hugo Chávez, que ha dado pábulo al patrioterismo de otros muchos (tanto aquí como allá). Pero la barbarie de la guerrilla no justifica la barbarie de sus adversarios. Y el intervencionismo venezolano en Colombia no justifica el intervencionismo colombiano en el Ecuador. La una y el otro son muestras de la misma filosofía del todo vale. Y el ciego aplauso de la muchedumbre no es garantía de que se tiene la razón, sino más bien de lo contrario: las muchedumbres rebajadas por sus jefes a sus más sucios instintos -la venganza, el patrioterismo- tienden a equivocarse.
Pero el todo vale es indefendible en la teoría, desde la ética. Muchas veces he citado la brillante frase del escritor R.H. Moreno Durán según la cual "el aforismo que dice que el fin justifica los medios no tiene principios". Inevitablemente, los medios corrompen el fin, como lo han corrompido en el caso de la propia guerrilla: no puede ser un "proyecto respetable", como lo llama el presidente Chávez, uno que para imponerse se sirve de la infamia del secuestro. Los medios innobles no pueden llevar un fin noble.

El todo vale es, además, contraproducente en términos prácticos. Así acaban de mostrarlo en la OEA las protestas contra la acción colombiana de los países vecinos, aunque no hayan llegado a la condena formal. Casi todos tienen sus propios problemas limítrofes, de modo que no pueden aceptar como recurso válido la violación de las fronteras, cualquiera que sea el pretexto invocado. Lo que sirve de garantía a la paz continental es el respeto del principio interamericano de no intervención, y no su ignorancia deliberada. La cual, de rebote, justificaría las ansias intervencionistas de Chávez, o, retrospectivamente, las de Cuba. Y, naturalmente, las de los Estados Unidos: las únicas que de verdad han tenido efectos.
Me preguntan: ¿qué hacer entonces hoy-hoy?
Por supuesto que el Estado tiene que, hoy-hoy, defenderse de las armas con las armas. Pero tiene que entender también que eso no resuelve el problema. Porque la guerrilla no es el problema, sino sólo un síntoma del problema, y una consecuencia del problema, como una llaga purulenta es el síntoma y la consecuencia de una infección, pero no es la infección. El problema, o la infección, es histórico: viene de ayer, y hay que resolverlo para mañana: no basta con cauterizarlo hoy, dejándolo vivo y exacerbado en el torrente interno de la sangre. "Darle la matada" a los guerrilleros que se pongan a tiro, como ha prometido con elocuencia de rufián de esquina el presidente Uribe, tal vez desfogue la pulsión primaria de venganza. Pero no resuelve el problema. Lo prolonga. (Ya lleva medio siglo en su faceta actual, la de la sintomatología guerrillera). Lo agrava. Lo justifica. Hace pocas semanas cité aquí una frase de un paramilitar preso, 'el Iguano', más realista desde su cárcel que Uribe desde su palacio presidencial: "Vi que la guerrilla iba a ser derrotada, pero no exterminada. Siempre habrá población, y siempre van a surgir de ella nuevos guerrilleros".