Monday, August 31, 2009

El pobre Uribe

Por Antonio Caballero


OPINIÓN
Decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad.
Sábado 29 Agosto 2009

Pobre presidente Álvaro Uribe, él solito contra todos en gavilla en la reunión de Unasur, en Bariloche. Pobre, pero ¿quién le manda? Ah: es que la discusión era justamente esa: le mandan los Estados Unidos. La discusión consistía en saber si la seguridad "contra el terrorismo y el narcotráfico" consiste en ponerse bajo el ala protectora y la garra rapaz de los

Estados Unidos, o no. Uribe dice que sí. Los demás dicen que no. El presidente ecuatoriano Correa dice que "la lógica, la razón y la historia" dicen que no. Y tiene de su lado a la lógica, la razón y la historia.

Es ahí donde reside la soledad del presidente Uribe, pobre: en que su postura está contra la lógica, la razón y la historia (aunque a favor de los Estados Unidos, los cuales, fieles a su costumbre, lo dejaron solo). Los demás asistentes a la reunión de Bariloche podían hablar tranquilos: decían lo que pensaban. Uribe no: Uribe -pobre, pero quién le manda- estaba obligado a decir mentiras.

Decía el brasileño Lula (pues la reunión era así, desabrochada: todos se trataban por su nombre de pila, e incluso al pobre Uribe le decían "compañero"), decía Lula, con razón, que esas reuniones es mejor no tenerlas en público, porque se habla para el público. O sea: no se dice la verdad. Y por eso, coherente consigo mismo, Lula no dijo nada. Pero también con razón decía el peruano Alan García lo contrario: "Que haya luz y taquígrafos". O sea: que se digan las cosas. Y con razón la chilena Bachelet pedía "transparencia", y el paraguayo Lugo aseguraba que cuando no hay nada que ocultar las cosas pueden ser dichas.

Y el venezolano Chávez tenía también razón al afirmar, con absoluta convicción y ajustándose a la más sobria realidad, que no hay por qué creerles a los gobiernos de los Estados Unidos, que desde hace ya dos siglos no han hecho más que mentir (como, por otra parte, todos los gobiernos, incluyendo al de Chávez),y que un imperio es un imperio y tiene intereses imperiales. Obviedades, pero ciertas: lo obvio suele ser cierto. Y no tenía razón, pero podía decirlo con toda impunidad, porque la demagogia patriotera suele ser impune, que si San Martín y que si Bolívar y que si Artigas y que si el Arauca vibrador.

Y más razón que ninguno tenía el ecuatoriano Correa cuando explicaba, esta vez sin descomponerse, que donde hay guerra es en Colombia, y no en los vecinos; y que donde se produce droga es en Colombia, y no en los vecinos; y que la definición de quién es narcotraficante y quién es terrorista no se puede dejar al arbitrio del gobierno de los Estados Unidos porque cualquiera puede acabar siendo definido así, si a los Estados Unidos les conviene.

En cambio el pobre Uribe... Al pobre Uribe le tocaba decir, a sabiendas de que lo que decía no era cierto, que entre los Estados Unidos y Colombia hay "igualdad soberana", por ejemplo. Y que las bases militares no son bases militares. Y que la guerra contra el narcotráfico se va ganando, gracias al "esfuerzo eficaz" y a la "colaboración útil" entre los gobiernos de Colombia y los Estados Unidos. Y que Colombia "respeta su Constitución" (¡que lo diga él, que la ha cambiado dos veces...!) y por eso no habrá "tránsito de tropas". Y que la transparencia (¡que lo diga él...!) es condición necesaria de la legitimidad. Y que "estos flagelos", y que "la protección ecológica de la Amazonia", y que patatín y que patatán.

Al lado del pobre Uribe estaba sentado el aún más pobre canciller Bermúdez, a quien le temblaban las manos, pobre.

Escribo esta columna sin saber en qué paró la cosa, porque la tengo que entregar ya. Y los Jefes y Jefas de Estado reunidos en Bariloche (porque, eso sí, la verdad no importará, pero la corrección de género es sagrada) acaban de decidir hacer un receso. Pero no creo que pase mucho -salvo en el caso de que el pobre Uribe tome la salida que le sugirió el peruano García: salirse de Unasur-. Así que la reunión, más que por lo que en ella se dijo, se puede describir por lo que en ella se vio. Y lo que se vio es que mientras el pobre Uribe peroraba, los demás presidentes estaban almorzando. Y que mientras todos los demás bebían agua, el pobre Uribe y su pobre canciller tomaban Coca-Cola, la nuestra.

Monday, August 17, 2009

Puro Realismo

Puro realismoPor Antonio Caballero


OPINIÓNEsas bases en el mundo no tienen por objeto combatir el narcotráfico o el terrorismo, sino defender los intereses imperiales de Estados Unidos
Sábado 15 Agosto 2009

Recordaba pertinentemente Hugo Chávez en su entrevista a RCN que los Estados Unidos nunca han permitido que sus tropas estén bajo mando extranjero, ni siquiera en las misiones de Cascos Azules de la ONU. Con lo cual la afirmación de que en sus nuevas bases en Colombia se someterán a la autoridad de los oficiales colombianos no pasa de ser un? chiste. Recordaba también la lista interminable (o no terminada todavía) de gobernantes de América Latina derrocados por intervenciones militares gringas. Pues el imperio norteamericano -y en eso también tiene razón Chávez- tiene intereses superiores a los de su timonel de turno: Barack Obama es una anécdota.

Y esos intereses no pasan por los pretextos aducidos para la instalación de las bases, como fingen creer quienes las defienden: la ayuda a los gobiernos locales para combatir el terrorismo, y la ayuda para combatir el narcotráfico.

La ayuda contra el terrorismo -o sea, en el caso colombiano, la intervención en la guerra interna contra la subversión de las Farc- estaba explícitamente excluida del Plan Colombia tal como se firmó en tiempos de Andrés Pastrana y Bill Clinton. Sólo empezó a operar, bajo George Bush (y Pastrana: y creo recordar que sin consulta al Congreso), tras los ataques contra las Torres Gemelas de Manhattan, en 2001, cuando el gobierno norteamericano proclamó la "cruzada global contra el terrorismo": con el resultado, visible para quien quiera verlo, de que el terrorismo se ha multiplicado en el mundo. Pues en todas partes las guerras internas se agravan cuando los Estados Unidos deciden "ayudar": hasta en Irlanda.

En cuanto al narcotráfico, no está en los intereses de los Estados Unidos el acabar con él. Siempre han dicho, por lo demás, que sólo pretenden reducirlo a la mitad (con el consiguiente efecto de encarecer la droga, mejorando así el negocio de las mafias que la controlan); pero ni eso han conseguido. Como le recordaba Chávez, también pertinentemente, a la falsa ingenua Vicky Dávila de RCN, donde llegan las tropas gringas se dispara el consumo de droga. Y en cuanto a la producción, ¿se ha visto -por ejemplo- que la de opio haya disminuido en Afganistán desde que el gobierno de Bush les declaró la guerra (que sigue) a los talibanes? Al revés: se ha multiplicado. No sobra recordar que el consumo masivo de drogas es una invención norteamericana, que data de los tiempos de la guerra del Vietnam. Y, de pasada, que el negocio de la droga comenzó en Colombia -en los tiempos bucólicos y casi incruentos de la bonanza marimbera de los guajiros y los samarios- de la mano de los pilotos gringos veteranos del Vietnam que hicieron los primeros embarques. Y, por otra parte, treinta años de experiencia enseñan -o deberían enseñar a quien no esté voluntariamente ciego- que la guerra contra la droga es un completo fracaso, y ha agravado el problema en lugar de resolverlo.

Los que afirman, con aparente seriedad, que esa batalla se está ganando en Colombia, ¿es que no miran en torno? ¿Es que el elefante de la droga se mueve sigilosamente "a sus espaldas", como decía Ernesto Samper cuando descubrió que había ganado la Presidencia comprando las elecciones con dinero del cartel de Cali? Álvaro Uribe, al pedirles a sus parlamentarios que le votaran sus proyectos "antes de ir a la cárcel", reconoció tácitamente que también él le debía su presidencia a la droga: a los votos que los narcoparamilitares les pusieron a los candidatos del uribismo, y por supuesto a Uribe mismo, en las regiones rurales. Cualquiera que quiera ver ve que la droga sigue siendo el eje de la economía y la política colombianas. ¿O es que de verdad cree alguien que sólo las Farc la manejan? No, también las Farc. Y en cuanto a los que dicen, también con aparente seriedad, que gracias a la ayuda gringa (de la base de Manta en el Ecuador) se han podido hacer grandes incautaciones de droga que salía de Colombia rumbo a los Estados Unidos, en esas aguas territoriales colombianas cuyo control les debió Samper a los norteamericanos para que no se lo llevaran preso por narcotraficante, como habían hecho con el panameño Manuel Antonio Noriega ¿es que no se les ha ocurrido que sería más fácil -o por lo menos igual de difícil- hacer esas incautaciones en aguas norteamericanas, a la entrada, y desde bases en territorio norteamericano? Porque la droga sale de aquí: pero entra allá.

No: las bases militares norteamericanas -un centenar en todo el mundo- no tienen por objeto ayudar a perseguir el terrorismo ni ayudar a combatir el narcotráfico (al margen de que cuando lo hacen agrandan el problema). Tienen por objeto, desde la de Diego García en el océano Índico o la de Rota en España hasta la de Palmerola en Honduras y la de Palanquero en Colombia, defender los intereses imperiales de los Estados Unidos. Y esta defensa ha requerido numerosas invasiones a países latinoamericanos y aún más numerosos golpes militares (el más reciente es el de Honduras, hace un mes), como deberían saber los que defienden las bases, a la vez que niegan que sean bases.

Y si se engañan ellos mismos creyendo que el imperio es su amigo, que recuerden la suerte corrida por quienes se creían amigos del imperio: Mobutu del Congo, el Sha de Irán. Hasta Saddam Hussein de Irak se creyó su amigo cuando le dieron armas para que le hiciera la guerra a la Revolución Islámica de su vecino Irán: una guerra que a los dos países les costó millones de muertos.

Tiene razón Hugo Chávez cuando teme que las bases en Colombia tengan algo que ver con su Revolución Bolivariana. Lo laman paranoico. Es sólo realista.

Monday, August 10, 2009

La hecatombe va por dentro

La hecatombe va por dentro
Por Hugo Acero*

¿Quién iba a creer hace algunos meses que la hecatombe que justificaría la reelección del Presidente Uribe se iba a originar desde el interior del propio Gobierno?

La infiltración del paramilitarismo en el DAS desde las épocas de Jorge Noguera, las “chuzadas” y seguimientos a los miembros de la Corte y a los opositores del Gobierno”, “los falsos positivos” y el manejo poco ético de los negocios de los hijos del Presidente han provocado una verdadera debacle, que seguramente no evitará la reelección si el Presidente insiste en ello. Pero que dejará graves cuestionamientos sobre la legitimidad y credibilidad del futuro gobierno en escenarios nacionales e internacionales, con consecuencias hasta ahora impredecibles para la gobernabilidad del país y para la democracia.
Frente a estas situaciones, me niego a creer que el Presidente no sabía lo que estaba pasando, que nadie le había advertido sobre los nexos y relaciones del señor Noguera con miembros del paramilitarismo y sobre la manera como puso a disposición de estos criminales al DAS. No se puede creer que algunos funcionarios de esta Institución se movieran como “ruedas sueltas” chuzando y realizando seguimientos a los miembros de la Corte y a los opositores del gobierno y que además, estas ruedas sueltas, se reunieran con funcionarios de Palacio y el Presidente no estuviera enterado.

No se puede creer que los ministros no supieran que los hijos del Presidente estaban tras algunos negocios de la nueva Zona Franca y menos aún, creer que el Presidente no supiera de los negocios de sus hijos y de las consecuencias ético-políticas que esos comportamientos le podían acarrear.

Tampoco se puede creer que la exigencia de bajas en contra de las guerrillas, que se contabilizaban todos los meses y sobre las cuales se deba reconocimientos, no fue lo que provocó los “falsos positivos” que realizaron algunos militares deshonestos. Es imposible que el Presidente, que hasta hace algunos meses, en materia de seguridad y de gobierno, todo lo sabía y todo lo controlaba, hoy no diga nada sobre estos problemas, como si no supiera qué estaba pasando.

Si en Colombia no aceptáramos como normal “el todo vale”, si no estuviéramos dispuestos “pa las que sea”, nos importaran más los medios que los fines y nuestra democracia fuera por lo menos moderna, el Presidente, como máximo representante del Estado, nos tendría que decir si ordenó chuzar y realizar seguimiento a los miembros de la Corte y a miembros de la oposición.

Menos podría guardar silencio, como hasta ahora lo ha hecho, y en cambio, solicitaría a la justicia que investigue y le facilitaría su trabajo sin declaraciones públicas que ponen en duda su imparcialidad y emprendería una reforma profunda del DAS, así tuviera que dejarlo por un tiempo inactivo; total, es mejor que tener la desconfianza permanente sobre la transparencia del trabajo de esta institución.

Así mismo, dejaría que las investigaciones sobre los “falsos positivos” llegaran hasta las últimas consecuencias, como un mecanismo importante para fortalecer la credibilidad de las instituciones armadas y les pediría a sus hijos que no hagan lo que no le gustaría que hicieran los hijos de los gobernadores y de los alcaldes.

El anterior párrafo está escrito más con el deseo que con la objetividad que impone esta coyuntura. Sin embargo, si se quiere de verdad salir de estos problemas con un saldo a favor de las instituciones, de la democracia y del bienestar de los ciudadanos se requieren respuestas audaces que antepongan el interés general frente al interés personal.

La hecatombe ya llegó, pero no llegó de afuera sino al interior del propio Gobierno y está jugando en contra de las instituciones, de la imagen del país y de nuestra, cada vez más, incipiente democracia.