Friday, July 13, 2007


Esta es Colombia, Pablo
PorManuel Guzmán Hennessey
Así le dijo el poeta Jorge Rojas a Pablo Neruda, con cierta sorna poética. Mirando los rostros de quienes marcharon el pasado jueves, me preguntaba si la unánime expresión de libertad no entrañaría también, el grito ahogado de una sociedad que ha perdido el preciado valor. Su libertad más íntima, la de ser ella misma y nada más. Al reclamar la libertad de los compatriotas secuestrados, la multitud también clamaba por ella misma.
En bulliciosa e inútil catarsis. Que camuflaba su rostro esclavo en la expresión de la inane muchedumbre. La sociedad, de esta manera, se liberaba de la propia sociedad, como dijo Marcuse. Exorcizaba su terror individual en un largo silbato colectivo. Camuflaba (otra vez) su grito horrorizado, en una especie de aullido prehomínido. Si una sociedad necesita salir a la calle para gritar "libertad, libertad" esto prueba que, de alguna manera, no la tiene.
Lo que sí tiene es miedo, y ansiedad ante la incertidumbre, como ha dicho Zigmunt Bauman.Un visitante ilustre, José Saramago, de paso por Bogotá, se refirió a nosotros como una sociedad "aparentemente feliz" que esconde en la ciclovía su rostro lacerado. Me parece un acertado diagnóstico, pues los rostros de las personas que marcharon el jueves reflejaban, a mi juicio, ese drama bifronte: rostro, casi mueca, de una felicidad que se agazapa en la desesperanza, de un miedo que no deja ver su rostro mustio, y sonríe para declarar que aún cree en la vida, que sale a comprobar sus últimos arrestos en los rostros de otros semejantes, que a su vez se reflejan en nosotros, como un espejo inane que no oculta su estruendoso estallido.
La multitud se tomó de las manos para agregarse fuerza colectiva y declarar ante sí misma la impotencia aunada. Gesto infantil de un colectivo acoquinado que no asume posturas de adulto, e insiste en acciones estériles. El individuo se desmorona a golpes íntimos. Poco a poco viaja para adentro, como el piano del poema de Vallejo, mas no "a saltos alegres", como aquel, sino a saltos mortales. A tristes saltos mortales.Lo que la multitud gritaba: "libertad" es palabra de múltiples acepciones, que la gente fundió en una, la más evidente, la más elocuente, la más obvia. Pero no decía simplemente libertad. Decía muchas más cosas que denotan la profunda crisis de sus individuos, agrupados sin mayores elementos cohesionantes en grupos titubeantes.
Titubeantes porque la enorme expresión pública no tuvo la claridad y la continuidad que merecía. Porque el país exhibe, desde el Mandato Ciudadano por la Paz de 1997, su asombrosa y reiterada ineficacia. Otros países marchan y tumban presidentes, otros logran que sus presidentes cambien sus puntos de vista, pero el nuestro es un diálogo de sordos.
Nadie escucha. Quizás por ello ha adoptado la costumbre de salir a la calle una vez cada década. Pero esa misma sociedad que salió el jueves, en la más multitudinaria manifestación de los últimos años, permaneció en sus casas el domingo, en el más elocuente silencio de los últimos años: la consulta interna de los partidos.
Los analistas dicen que la abstención llegó al 95 por ciento. He ahí la democracia, otra entelequia huera, palabra que hoy permite el uso y el abuso.
Y si usted analiza los dos hechos históricos, encontrará seguramente las claves de lo que somos: Colombia, Pablo.