Wednesday, August 30, 2006

Guerra importada

Guerra importada
Fabio Villegas Botero
Hace 15 días, hablando sobre la paz, decía que “Colombia ha emprendido dos guerras inducidas del exterior y con presupuestos falsos”. La primera al narcotráfico. Es una guerra que nos impusieron los EEUU., como lo proclama el New York Times citado por el editorial de El Mundo el pasado martes: “Lo que es claro es que la guerra contra las droga, la guerra original sin límites contra un enemigo evasivo y difícil de definir, ha avanzado inexorablemente, impulsada por décadas de apoyo político persistente en ambos lados de los pasillos del Congreso”, de USA. Es, pues, una guerra que se le impuso a Colombia desde el exterior, con parámetros diseñados desde fuera, financiada con miles de millones de dólares, con armas, aun químicas, en parte extranjeras, con personal militar también en parte extranjero, con entrega de prisioneros al extranjero, pero con víctimas todas colombianas.
Lo primero que se puede decir es que es una guerra improcedente, sin justificación. De lo que se puede tratar es de reprimir un delito similar al contrabando o a la producción ilegal de artículos nocivos a la salud, como el alcohol, el tabaco y análogos, si es que así lo hubiera determinado previamente la legislación del país. Es, a lo sumo, un hecho policivo, no militar. Se debe decomisar el artículo ilícito y detener al delincuente, que luego debe ir a los estrados judiciales para recibir la sentencia condenatoria, si se le prueba la comisión del delito y de acuerdo a las normas del código penal. La pena de destierro está absolutamente prohibida por la Constitución. ¿Será que la extradición, que sería una pena máxima, se puede dar en tal caso sin un juicio y una condena previa del delincuente, máxime si no está contemplada en el código penal como la apropiada para su delito? Es que no se trata de una guerra donde se enfrentan dos ejércitos y los militares pueden hasta dar muerte al enemigo en el fragor de la batalla, respetando, no obstante, las normas del derecho de guerra y las del derecho internacional humanitario.
Se habla de liberalización de este tipo de drogas y el mismo editorial del Mundo concluye que “En Colombia aceptaríamos complacidos la liberalización”. No creo que se deba llegar al extremo de “eliminar los controles” como propone Friedman. Me atrevo a insinuar un posible camino. Hay que partir del presupuesto de que mientras haya demanda (y nunca dejará de haberla, aunque sí disminuir), es imposible acabar con la producción, elaboración y venta. ¿Qué han hecho los gobiernos de todo el mundo con otros artículos similares a lo largo de la historia? Convertirlos, como los licores, los juegos de azar y las armas, en monopolio del Estado, o controlar de manera especial su producción y comercialización por medio de los particulares como se hace con el tabaco y otras drogas que se utilizan en la medicina. Sería un negocio rentable, pero controlado suficientemente, y el comercio internacional se regularía mediante convenios con los diferentes gobiernos o, de pronto, en el ámbito de la OMC. Un tratamiento serio y responsable de parte de los gobiernos donde se produce y de los que se exporta la droga, hará que los precios se regulen, y solo quedará la acción policiva para evitar la producción ilegal (como la tapetusa, que ya es marginal), y el contrabando, que se disminuiría notablemente. El Mundo propone que la legalización parta de los EEUU. que siempre se han opuesto. Si se les propone algo menos oneroso que el Plan Colombia, bastante ineficiente y que cada vez desgasta más su imagen, quizás sea un camino adecuado para que lo acepten.

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